¿Esto sería una metaedición? ¿Nos editamos? ¿O indagamos en nuestro origen? La editorial La Vorágine acaba de publicar ‘La vorágine’. No cualquier versión del libro inmortal de José Eustasio Rivera, sino la “edición cosmográfica” coordinada por Margarita Serge y Erna von der Walde quienes, en su original aproximación a la obra, la última versión que publicara el propio José Eustasio Rivera en vida, rescatan los mapas que el autor incluyó y que fueron omitidos en ediciones posteriores.
Además, esta edición cosmográfica presenta seis mapas diseñados especialmente para acompañar al lector o lectora en la travesía por la región orinoco-amazónica e incluye una selección de textos de naturalistas, misioneros, funcionarios y especialistas de las ciencias sociales, que en conjunto permiten una mirada panorámica de los discursos sobre la zona donde transcurre la novela y que abren el camino a su dimensión histórica.
Esta edición cosmográfica de La vorágine ha sido posible gracias a un acuerdo con la editorial de la Universidad de los Andes de Bogotá (Colombia) y hemos respetado al máximo el fino trabajo que han desarrollado sobre una novela que, como escribiera Antonio Caballero, es la obra donde “toda Colombia cabe”.
La novela, publicada por primera vez en noviembre 1924, comienza con una de las mejores frases de la literatura en castellano: “Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia”. Y Caballero, el que fuera uno de los grandes de las letras contemporáneas colombianas, también escribió: “La vorágine es una novela de 1924. (…) la Colombia que pinta sigue siendo igual. Sólo ha cambiado la selva devoradora, que hoy es urbana porque hemos talado la otra. Ya entonces un cauchero decía: «Es el hombre civilizado el paladín de la destrucción. […] Y sus huellas son semejantes a los aludes. Los caucheros que hay en Colombia destruyen anualmente millones de árboles. En los territorios de Venezuela el balatá [caucho negro] desapareció. De esta suerte ejercen el fraude contra las generaciones del porvenir». Casi ninguno de los animales que Rivera nombra en su novela existe ya, salvo las vacas, que han acabado con la selva. Las bonanzas se han ido: se fue la asesina bonanza del caucho como antes las destructivas bonanzas de la quina o de las plumas de garza, y como después se fue la de la marimba, dejando al país en brazos de la de la coca, que lo desangra. Porque lo que sigue intacto, como en los tiempos de La vorágine o en los más viejos de la Conquista, es la pasión de la violencia”.
No os perdáis esta obra que no sólo retrata esa violencia enquistada en la Colombia colonial y colonizada sino que muestra las lógicas de la acumulación por desposesión, el extractivismo más salvaje, los límites en los que el ser humano pierde su humanidad.