¿Cambian los flujos migratorios el urbanismo de una ciudad? ¿Logran las personas residentes llegadas de otras latitudes transformar barrios o espacios del común? ¿Cómo lo hacen, qué impacto tiene?
Preguntas como estas son las que han conformado el armazón de incertidumbres que da forma al proyecto Arquitecturas migrantes una propuesta participada desde Bilbao por Urbanbat (cooperativa de iniciativa social dedicada al urbanismo y la arquitectura participativa, la investigación y la producción de cultura crítica sobre las transformaciones urbanas), por la asociación La Vorágine Crítica de Santander y por el Taller enBlanco, una asociación de jóvenes arquitectos de Logroño. Este proyecto, apoyado por la convocatoria Tan Cerca —Fundación Santander Creativa y los ayuntamientos de Bilbao y Logroño), ha permitido, desde el debate situado y la libertad creativa, buscar respuestas abiertas en cada ciudad a través de la mirada de diferentes fotógrafos y fotógrafas.
Este jueves 7 de noviembre, alas 19:30, se presenta el resultado. 30 imágenes, 10 por ciudad, que indagan desde lógicas y ángulos diversos. Y este jueves será el estreno del trabajo que ha liderado La Vorágine en Santander con los ojos y la capacidad crítica de los fotógrafos Pablo Ruiz Ortiz y Daniel Martínez. En el caso de nuestra ciudad nos preguntamos cuál era el cambio más sustancial que había provocado el imparable movimiento migratorio en los últimos años. Como escribía Martín Caparrós, “las fronteras son inventos de ocasión, efímeros”, pero pueden dejar huellas profundas. Es el caso de la valla que atraviesa una parte muy visible de Santander pero que se ha vuelto invisible.
Los discursos del miedo nos hablaron alrededor de 2017 de una “oleada” —esa palabra tan manida— de migrantes albaneses que trataban de colarse en el sacorsanto puerto para pasar como polizones al Reino Unido a bordo de unos ferris pensados para el consumo, no para la movilidad humana.
En octubre de 2021 una nota periodística de ElDiario.es destacaba que “a lo largo de los últimos meses, la Autoridad Portuaria de Santander ha puesto en marcha distintas alternativas para evitarlo: ha elevado la jaula que rodea su perímetro por encima de los cuatro metros de altura, ha instalado sensores de movimiento o ha contratado a seguridad privada que complementa a la Policía del Puerto, pero no lo considera ‘suficiente’ en ‘la lucha contra los intrusos’ y ha recurrido a las concertinas”.
Lo que hacemos desde el colectivo La Vorágine —como lo hicimos entonces— es denunciar como esta valla, “una afrenta a los derechos humanos de las personas migrantes”, se ha convertido en mobiliario urbano y lo hacemos con LaVallaInvisible, una exposición portátil resultado del trabajo de Pablo y de Daniel.
Nuestra hipótesis es que LaVallaInvisible no es más que una “frontera británica externalizada” que se ha convertido en un elemento “invisible” para la mayoría de los ciudadanos, excepto para los pocos migrantes —numéricamente hablando—, muchos de origen albanés, que intentaron durante años franquearla.
En Bilbao y en Logroño “Arquitecturas Migrantes” se ha presentado en forma de sendas exposiciones. En Santander hemos optado por un formato portátil de postales, que presentamos este jueves 7 de noviembre a las 19:30, y con dos charlas relacionadas. La primera, este mismo viernes 8 de noviembre a las 19:30h, sobre “Tecnologías y fronteras” junto a integrantes de AlgoRace, un proyecto de la Asociación Antirracista por los Derechos Humanos (AADH). Y el 14 de noviembre a las 19:30h, tendrá lugar la segunda sobre “El poder y la caza de personas”, facilitada por Ignacio Mendiola, profesor de Sociología en la Universidad del País Vasco y miembro del Grupo de Estudio sobre la Historia de la Prisión y las Instituciones Punitivas.