18,95€
Autor: ABARCA; JUAN
Editorial: DESACORDE EDICIONES
Publicado en: 2023
ISBN: 978-84-125635-5-9
“¡Rediós! Las más de las veces, una ya no sabe si decir esta boca es mía. Así las cosas, y a sabiendas del interés que despertará en ustedes esta colección de relatos, de su esmerada escritura, evidente inventiva e innegable sentido del humor, no puedo dejar de advertirles sobre su autor en cuestión. Al loro.
Tras el tipo retraído que lo firma, de cara pánfila y graciosillo a ratos, existe un gachó de barrio miedoso y de escasas habilidades sociales. Un personaje pegado a una guitarra que arrastra multitud de fobias y traumas de la infancia. No se dejen engatusar por sus curiosas desventuras, sus sorprendentes giros o los inverosímiles personajes que pueblan estas páginas. De parecer que no ha roto un plato al robaletras en que se ha convertido, hay un trecho demasiado amplio.
Sí, está cojonudo lo de mirar con lupa la vida del resto y buscar la sonrisa al contarlo. Tirar de las anécdotas de tu grupito, mofarse de los maderos y las cosas de maderos o impresionar con las homilías cuasi satánicas. Por ende, si le añades algo de sentimiento tirando de tu camiseta robada o descubres ser testigo de horrores glandulares y sacrificios innecesarios, está hecho. Se maneja bien el muy artista. No tienen más que asomarse al Patreon ese que se ha montado y del que nace este libro. Le gusta horrores jugar con las palabras, sean grandes o chicas, inspiradoras o malsonantes. Y también, repito, robarlas. Me ventiló el nombre, de hecho, para montar eso que considera su banda. A las cosas, por su nombre. Válgale al muy canalla.
Suya siempre.
Excma. Sra. Ladilla
Soy de los que piensan que Mamá ladilla tendría que haber sustituido a la Iglesia Católica Apostólica Romana y Juan Abarca, su profeta, al Sumo Pontífice. De esta forma, los iniciados habríamos podido disfrutar, al fin, de un Papa en chanclas, como nos merecemos. Pero ¡ah! los deseos y la realidad raramente se solapan, y la prueba es que Mamá ladilla no sólo no es un Culto, sino que para colmo se ha terminado convirtiendo en un grupo de culto (es decir: oculto), con lo que Abarca tiene más papeletas de terminar con el gorro de los herejes que instalado en el Vaticano. Juan Soto Ivars
Está la integral de las sonatas para piano de Beethoven, está el pan integral, en cuya elaboración se aprovechan todos los elementos del trigo, está el cálculo de integrales, que es el proceso contrario al cálculo de derivadas, está la educación integral, que contempla la totalidad de las funciones humanas, y, por fin, está el gilipollas integral. El gilipollas integral es gilipollas en grado sumo, sin fisuras. Es perfectamente gilipollas, no le pillas en un renuncio, su gilipollez es sólida y definitiva, ha sido verificada, evaluada y conducida a su máxima excelencia durante un proceso de años mediante el método de fallo y error. Puedes tener la completa seguridad de que cada vez que abra la boca va a soltar una perfecta gilipollez, e incluso cuando calla lo hace porque es gilipollas. Sólo se abstiene de intervenir, por tanto, cuando abstenerse es de gilipollas. El resto de las veces habla siempre y siempre dice la mayor gilipollez en el momento justo. (Fragmento de Integral)
En una ocasión llegamos a un pueblo por la tarde y nos metimos en un bar. Fue un curioso espectáculo ver a uno de los músicos, de cierta edad, pedir su bebida: «Pues yo
venga, sí
o no, mira, vale, venga, va a ser
una Coca-Cola. Eso, sí. Una Coca-Cola
con un poquito de whisky, venga, eso es». Joder, qué ceremonia pa pedirse una copa, qué tormento de culpabilidades. Luego, mientras montábamos el equipo bajo el cruel sol de la tarde, me dio por poner una cinta en la furgoneta a todo volumen, para ambientar: La consagración de la primavera de Stravinsky, que me tenía muy flipado por esa época. El del «poquito de whisky» no pudo resistir y me preguntó: «¿PERO ESTO QUÉ ES?». Le respondí lo que era, y dijo: «Ah». Y allí seguimos montando y la música atronando, con aquellos cambios de compás tan loquísimos y esos subidones súbitos, así que de pronto el tipo me volvió a preguntar: «¿PERO QUÉ ES, QUÉ ES?». Se lo volví a decir pero aun así insistió unos minutos después: «¿PERO QUÉ ES ESTO?». Yo creo que no sabía como decirme ¡QUITA ESA MIERDA, JODER! Algo hizo bien Stravinsky si supo poner tan de los nervios a sus contemporáneos y también a los nuestros.
Y yo qué sé. Luego durante toda la noche tocábamos canciones de las que en el fondo yo pensaba lo mismo: «¿PERO ESTO QUÉ ES, QUÉ ES?». Excepto los pasodobles, que me parecían sublimes todos, el resto de las canciones me producían un rechazo hondísimo y me hacían pensar que estaba desperdiciando mi tiempo a puñados grandes. Acababa de descubrir, en definitiva, lo que es trabajar. (Fragmento de Músicos de feria)”