España: un libro equivocado para el país equivocado

A veces es difícil vivir, resistir y crear en esta España. La España de la bilis y la saña, la España de los bandos y las mentiras, la España que tiende a los extremos mientras acusa a los extremos de llevarnos al extremo.

El colectivo de La Vorágine, en su proceso editorial, decidió en noviembre de 2017 publicar un libro como quien sonríe en la mañana. Nos pareció lógico apoyar un proceso creativo provocador y, ante todo, nos pareció sano poner un espejo hecho con poesía visual a un Estado en el que las fronteras y la represión estaban empujándonos a la estupidez política y a la incomprensión entre seres humanos.
 
Nos equivocamos. El libro España ha sido un error porque este país no quiere mirarse al espejo y porque la mayoría de sus habitantes prefieren habitar en la distopía de un derby Barça-Madrid eterno que en vivir en una sociedad democrática donde el disenso se respete y donde el respeto sirva para distensionar a los diferentes.
 
Ya lo intuíamos desde su presentación: el poco entusiasmo de los distribuidores, el fracaso de las reseñas (una de 14 gestionadas), el poco impacto mediático… Creemos en este libro y en su contenido, pero también empezamos a creer que no es este país para libros provocadores. La confirmación final del desastre nos ha llegado esta semana, cuando se ha cancelado a última hora la primera presentación de ‘España’ –el libro- en Barcelona. Los organizadores del evento en el que se iba a hacer el lanzamiento lo han cancelado por temor a las consecuencias que podría acarrearles la presentación de un libro con semejante título y con un toro de Osborne en la portada. Sabemos que no lo hacen como un acto de censura política, pero sí es un acto de autocensura artística.
Nos movimos rápido para buscar alternativas en la ciudad que en unos días celebra San Jordi, pero todos los amigos y conocidos o reconocían que “no está el horno para bollos” o nos ofrecían presentaciones pseudoclandestinas para no herir ninguna sensibilidad. España, evidentemente, es un país sensible a la crítica, a la duda o a la creación conflictiva. Ni obras de arte que enuncien lo que es evidente –que en este país hay presos políticos- ni libros que se mofen de lo evidente –que este es un Estado esquizofrénico cuyo nombre esconde complejidades no resueltas-.
 
Seguiremos apoyando a Gonzalo Escarpa y a Mauco Sosa, los creadores de esta belleza de libro, y seguiremos editando obras incómodas. Si no lo hiciéramos, traicionaríamos nuestros principios y reconoceríamos que la cultura es un desierto donde la creación crítica no puede prosperar. Lo haremos poco a poco, sin equivocarnos al interpretar el país en el que resistimos ni equivocarnos al interpelar a unas masas silenciosas que, además, parecen temerosas e indolentes. En lo que sí nos seguiremos equivocando es en los títulos que editar: vivan esas equivocaciones si nos permiten sentir que el oxígeno tiene cabida en nuestras sociedad (aunque sea poquito).

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