Este país es racista

El colectivo La Vorágine no puede ni quiere quedarse callado ante las muertes de Mame Mbaye y de Ousseynou Mbaye, en el barrio de Lavapies, en Madrid.

Estos dos vecinos han muerto tras sufrir las consecuencias de vivir racializados y, por tanto, relegados a la periferia del ser. Sus muertes no pueden ser las de dos homo sacer, aquellos no-seres que pueden ser asesinados sin que los autores sean considerados homicidas. Sus muertes son la corporización del racismo estructural de Euroocidente y el tratamiento mediático de las mismas –con una sobrecobertura de las protestas y una infracobertura sobre víctimas y victimarios- no es más que la prueba de una sociedad que, en su mayoría, no es sensible al dolor del otro si ese otro ha sido previamente racializado.

_Os invitamos este lunes, a las 19:00 a un acto en homenaje a Mame Mbaye y de Ousseynou Mbaye y a la concentración posterior

Este país es racista y nosotras, también. El racismo es como el patriarcado, parte del ADN político y social de las sociedades capitalistas coloniales blancas que explica el régimen de explotación mundial y la realidad de exclusión local.

En nuestras calles no somos iguales, ni tan siquiera equivalentes. La persona racializada es considerada, por defecto, inmigrante [sin importar que haya nacido aquí o que habite este territorio durante décadas], precaria [siempre relacionada con trabajos poco cualificados], peligrosa [un imaginario construido alrededor del miedo a lxs otrxs], perezosa [conectando de manera directa con los discursos anclados en las expansiones imperiales], de costumbres poco “civilizadas” [cuando civilización es equivalente a las formas de socialización eurocentradas, elitizadas y blanqueadas], incapaces [la “infantilización” del otro-no-blanco ha sido una herramienta clásica del racismo], interesadas [interesadas en quitarnos el empleo, las ayudas sociales…].

Lo que ha pasado en Lavapiés ocurre todos los días en los campos de concentración denominados por el estado como CIE; lo que ha pasado en Lavapiés acontece en las redadas e identificaciones policiales con patrón racial; lo que ha pasado en Lavapiés lleva años ocurriendo en Barcelona, en Madrid, en Murcia o en Santander… lo que ha pasado en Lavapiés nos avergüenza como nos avergüenza nuestro racismo.

De nada sirve, creemos, la autoculpabilización. Necesitamos dar un salto político. Necesitamos ser-unas-otras personas desprovistas de los privilegios de la blanquitud eurocentrada, capaces de ser-junto a las personas que cargan con el lastre de la racialización.

Vamos a trabajar en ello, como colectivo y como personas individuales. Ese es nuestro compromiso: no quedarnos en la superficie, sino indagar en las renuncias que hay que afrontar y en los desaprendizajes que nos toca acometer.

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