Una oración sin dios es la historia de una herida. Morad es un chico que acaba de terminar el bachillerato y se pone a trabajar en un “chiringuito de aeropuerto”. Sirve cafés y bocadillos mientras observa el incesante vaivén de la humanidad. Todo se mueve, excepto él. Quieto, estático ante el mundo que se le echa encima. Desde su estatus de trabajador e hijo de inmigrantes de origen rifeño, observa la vida y lucha contra el monstruo que lo devora por dentro. A través del personaje central, Morad, penetramos en las distintas capas de una realidad íntima, cuyo núcleo es su madre, Farida. La fuerza de la historia radica en esta relación madre-hijo que esconde un hecho irreversible y dañino. Morad representa el hijo atrapado por la figura de una madre “con manos de hierro y piel de jazmín”. Farida es una mujer que asienta su poder sobre su estatus de madre. Desde este epicentro representado por la madre irradia todo lo demás. La desorientación de Morad acerca de su identidad, reflejo de una generación que no sabe cómo vivir en un país que les pertenece, pero en el que, sin embargo, viven de prestado. La sexualidad confusa y vacua que vive Morad, y que lo confronta con su condición de “musulmán”, aparece como una amenaza a su cordura. Su futuro es borroso, ya que descansa sobre un eje inestable: la precariedad, el anonimato de la ciudad, las etiquetas externas, el yihadismo, los tabúes, la falta de reconocimiento. Entre toda esta amalgama de capas que se superponen hasta aplastar a nuestro protagonista, una figura se dibuja como un faro en la oscuridad: Domènech, su profesor de Filosofía. Este personaje es un hilo del que Morad tira - invirtiendo el mito de Ariadna y Teseo-, no tanto para escapar, no tanto para huir, sino más bien para adentrarse en el laberinto y hallar el origen de su herida.
SOBRE LA AUTORA
Nací en Ilahyayen, Beni Sidel (Marruecos), en 1986. Con tres años llegué a Catalunya junto a mi familia. Crecí cerca de Vic y mi lengua materna, el rifeño, en seguida se mezcló con el catalán. Después de una adolescencia compleja, tuve que dejar los estudios nada más terminar la educación secundaria obligatoria. Trabajé como recepcionista en un despacho de notarios, y cuando empecé a aburrirme de coger el teléfono, volví a los estudios. Me licencié en Filosofía por la Universidad de Barcelona y me instalé en Valencia para obtener el máster en formación del profesorado. Los dos últimos años me he dedicado a la docencia en un instituto de Gran Canaria como profesora de Filosofía. Pero mi nomadismo congénito me llevó de nuevo a mudarme. Una vez finalizado el máster en investigación antropológica que cursé por la UNED, dejé la isla y me instalé en Granada para iniciar un doctorado en Estudios Migratorios sobre sexualidad e islam. Actualmente, escribo para la revista Contextos y la revista Makma de forma habitual. Colaboro con el canal Frontera Abierta con temas de carácter social y cultural relacionados con el mundo árabe, así como con el club de lectura que organiza la Fundación Tres Culturas periódicamente.