Puede ser inquietante existir. La invisibilidad a las que este sistema somete a las periferias suele tener un reverso virtuoso: se puede hacer sin que la transparencia de este mundo de lo visible moleste, en cierta clandestinidad tranquilizadora, al margen de lo que la opinión publicada determine.
Pero La Vorágine nació con vocación de contagio, se arriesgó desde el principio a la contaminación para así tratar de impactar, en la medida de sus posibilidades, en el territorio que habitamos. Por eso, en realidad (y aunque nos inquiete), nos gusta saber que el mundo de lo visibilizado nos ve… o, mejor dicho: siente nuestro aliento.
En las últimas horas, sin hacer lobby ni buscar madrinas, el proyecto de cultura crítica de La Vorágine aparece en dos espacios muy diferentes, pero interesantes.
El que más nos interesa es el del estudio para la elaboración del Plan Estratégico de Cultura y Patrimonio Cultural de Cantabria. En la encuesta en la que han participado 268 personas del sector de la cultura en Cantabria, La Vorágine aparece como una de las 10 iniciativas culturales más significativas de la comunidad autónoma.
Las más destacadas por las participantes han sido el Centro Botín, La Cultura Contraataca, el Festival Internacional de Santander (FIS), el MUPAC, la Red de Museos, las Cuevas Prehistóricas, Altamira, Palacio de Festivales, La Vorágine, la Fundación Santander Creativa y el Archivo Lafuente.
El informe, con un contenido muy valioso, crítico y realista, sería de mucha utilidad si alguien lo tiene en cuenta, aunque la experiencia que tenemos es que la centralidad se autodiagnostica para que no pase nunca nada. Así que, lo aprovecharemos nosotras.
Casi al mismo tiempo, la Fundación Contemporánea, uno de esos trasatlánticos de la cultura visible, publicó su Observatorio Nacional de la Cultura. Este informe es mucho más restringido en cuanto al tipo de personas que entrevista, porque aunque cubre a 414 profesionales de todo el país, en el caso de Cantabria se limita a unas decenas. Aun así, La Vorágine vuelve a aparecer (y ya van varios años) entre las instituciones o iniciativas culturales más significativas, muy por encima, y codo a codo, con proyectos culturales que cuentan con presupuestos inmensos y toda la visibilidad de lo aceptable por el sistema. De este Observatorio nos interesa especialmente, como Felisa, la feria del Libro de Santander, que desde 2022 es coordinada por el equipo de La Vorágine, se ha colado en este limitado ranking, lo que quiere decir que el impacto del cambio de modelo de la Feria ha sido inmediato.
¿Qué hacer con esta visibilidad prestada? Nada. Simplemente constatar que nuestra vocación de contagio surte cierto efecto y que podemos, desde lógicas asamblearias, horizontales y críticas, abrirnos un espacio entre lo que consideramos un modelo agonizante de megarecursos culturales a los que les falta conexión con la realidad de la ciudadanía. A seguir currando.