Pues aquí estamos, en aislamiento –que no puede ser ruptura-, en confinamiento –que no puede ser encerramiento-, en paréntesis –que no puede ser pausa-… Pero desde el colectivo de La Vorágine pensamos cada día en vosotres y en todo lo que nos queda hacer cuando el “estado de excepción” provocado por la respuesta al coronavirus termine. Y se nos ocurren, siguiendo al maestro Juan Manuel Roca, unas cuantas ‘No tareas’:
- — No volver a la normalidad. Si la normalidad era el estado de desigualdad, injusticia e inhumanidad campante antes del 15 de marzo… no nos interesa volver a la normalidad. ¡Preparémonos para un estado de alerta colectiva que subvierta la normalidad! Nos imaginamos que los abrazos pendientes los podemos redistribuir (con aquelles que están en la periferia de la normalidad normal), que las fiestas aplazadas las podemos rediseñar (para que sean espacios de rozamiento que aporten ideas para el cambio radical), que nuestros sueños se reprogramen para pasar de lo individual-individual a lo individual-común…
- — No dejar que los espacios colectivos se caigan. Son nuestro refugio. De veras. Librerías asociativas, centros sociales autogestionados, asociaciones vecinales (que realmente sean asociaciones vecinales), medios de comunicación alternativos (que realmente sean alternativos al discurso dominante). Todas –incluida La Vorágine- van a necesitar de nuestro compromiso para sobrevivir y seguir generando tejido del común que nos haga fuertes para resistir las crisis que se nos vienen.
- — No hacer más grandes a los grandes. Excepto las emergencias, estamos segures de que puedes pasar sin comprar vía Amazon o vía Casa del Libro (por poner dos ejemplos). Mientras los espacios pequeños y conscientes hemos suspendido toda distribución de productos para proteger a las compañeras y compañeros repartidores, las grandes maquinarias de la venta on-line están haciendo su agosto en abril. Si quieres leer, relee algo que tengas en casa; si quieres vestirte, abre el armario de par en par; si se te ha roto el móvil, intenta que alguien te preste uno hasta que el confinamiento termine. Sigue encargando libros, tejidos o regalos para recogerlos en tus pequeñas tiendas habituales cuando podamos reabrir y salir a las calles.
- — No concentrar la mirada en nuestro ombligo. Os animamos a mirar más allá de nuestro propio confinamiento. Pensemos en las personas sin hogar, o en les migrantes que se agolpan en los campos de la vergüenza o en las goteras de nuestras ciudades, o en las personas privadas de libertad y, ahora, privadas del contacto con la gente que los ama y los respeta, o en las personas con problemas mentales sometidas a un aislamiento nocivo, o en… La lista es larga y la invitación es que, una vez pensadas, te pongas manos a la obra para defender sus derechos aprovechando que tú sí estás conectada, que tienes redes, que tienes voz y que alguien (por pocos que sean) te escucha.
- — No dejarse afectar por el virus del occidentalocentrismo. Esta pandemia y sus consecuencias nos tienen costernadas porque afecta a Occidente, pero te invitamos a que pongamos la globalización a funcionar en otras direcciones. Por ejemplo: para ser conscientes y activarnos respecto al VIH (que en 2018 provocó 770.000 muertes y que mantienen a cerca de 40 millones de personas viviendo con el virus), a la malaria (con 228 millones de personas infectadas al año y unas 405.000 muertes) o al dengue (que afecta unos 390 millones de personas, provoca el tratamiento de unos 96 millones). Como veis, hay pandemias brutales que no nos angustian sólo porque no nos afectan (en principio). Si este mundo es uno ahora, debería ser uno siempre.
Seguro que se te ocurren más ‘No tareas’, pero es importante empezar a tenerlas en cuenta para que el ruido ensordecedor que nos impone el silencio de las calles no nos deje aturdidas ni despistadas. Os estamos es-pe-ran-do.
