Marta Sanz vocaliza como quien acaricia y muerde al tiempo las palabras. Ubica cada preposición o cada adjetivo en su sitio preciso y hasta cuando duda lo hace con cierto carácter científico.
Este cuidado con el lenguaje denota la responsabilidad de quien sabe que al hablar puede ser escuchada y que al ocurrir ese hecho mágico algunas reacciones químico-políticas pueden acontecer. Por eso, un miércoles cualquiera, en una tarde sin lluvia, en un mes sin acuerdos y en un año con apariciones inesperadas, Marta Sanz cautiva la escucha activa de unas 80 personas que se sientan en La Vorágine para compartir con ella una pregunta tan básica como brutal: ¿Qué somos las personas?
A partir de ahí, la escritora desgrana el sentido de su último ensayo –Monstruas y Centauras (Anagrama)-, la dirección de una lucha sostenida por evitar que el lenguaje sea torcido por aquellos que demonizan el feminismo, persiguen las ideas y alimentan cada día el abismo de la desigualdad.
“¿Cómo que e el feminismo es lo mismo que el machismo pero al revés? El machismo es una enfermedad, el fruto de la práctica sistemática del patriarcado y el capitalismo… y el feminismo es un discurso corrector”. Y en el discurso corrector hay diversidad, y dudas también, pero ante todo hay una certeza: la necesidad de leer el momento y de darse cuenta de que en el feminismo está la semilla de algo aún mayor.
Sanz cuenta como “las personas que tratan de cerrar las brechas de desigualdad son sojuzgadas”. Al final, lo que te dicen es: “Las feminazis al final tenemos la culpa de que la bola [de la desigualdad] crezca”. Y la escritora defiende la obligación de “luchar contra esas ideas que gran capas de la población tiene naturalizadas”. Uno de los hombres que ha asistido a esta lección abreviada sobre feminismos plantea esa obligación: la de dirigirse a la “buena gente” que vota a Vox por ¿ignorancia? Antes que atacara directamente a los ultras. Marta Sanz matiza: sí, lo más importante es llegar a la “buena gente”, pero también hay que seguir señalando a Vox –“y al PP y a Ciudadanos, esa trinidad que es lo mismo”- porque están llegando a las instituciones, y porque están secuestrando el lenguaje, y porque, “según ellos, mientras las feministas imponemos de forma autoritaria la ‘ideología de género’ ellos dan la ‘libertad’ a los padres para llevar a sus hijos homosexuales a terapias para ‘curarlos’. Es el mundo al revés”.
Recuperar el lenguaje, masticarlo, morderlo para darle el significado adecuado. “Resignificar las palabras”, reclama Sanz, quien pone un ejemplo. “Ahora está de moda la palabra ‘empoderar’, pero yo no me quiero ‘empoderar’ como mujer para ser Ana Patricia Botín, ni Angela Merkel, no me quiero ‘empoderar’ para perpetuar un sistema predador, mezquino y violento como el capitalista”.
Se trata, entonces, de encontrar significados nuevos para palabras viejas y no comprar mentiras repetidas como la del “inconcebible feminismo liberal”. “Ese feminismo que lo que hace es profundizar la brecha de la desigualdad y cualquier práctica política, laboral o social que la profundice no me interesa”.
En Monstruas y Centauras, Marta Sanz va de lo concreto a lo general, de hechos históricos recientes que irrumpieron en la vida social y personal de millones de personas a los cánones literarios y artísticos que siguen silenciando todo aquello producido por y desde las mujeres.
“Ha llegado el momento de saber que nosotras disponemos de la escritura para visibilizar miradas y para reflejar voces que han sido sistemáticamente silenciadas. Ahora entiendo por qué he utilizado tanto la escritura autobiográfica. Porque así hemos podido recuperar esos temas considerados pequeños, nimios, poco importantes para el canon”.
Sanz anda feliz con mucho de lo ocurrido a partir del 8M de 2018 o del Me Too porque, al menos, han sacado los debates del armario. “El debate feminista ha servido para poner en primer plano de la opinión pública libros, debates, películas… Eso es magnífico… porque coloca en primer plano el hecho de que la cultura es trascendente, no es accesoria, de que es ideológica y que está muy bien que lo sea, que lo imposible es que no lo sea”.
Y una brújula para el final: “Para mi una sociedad democrática es la que enseña a leer a la ciudadanía. Esta feminista no es puritana… ni muchísimo menos. Prohibir nada, censurar nada, enseñar a leer crítica y contextualizadamente, todo. Y que se puedan poner en tela de juicio los grandes hitos de la literatura universal, por supuesto”.
Lo demás, en Monstruas y Centauras. La escritora mascas sus últimas palabras y recibe el abrazo colectivo de quienes agradecen que la voz se utilice para recuperar el lenguaje.