El velo también es símbolo de valentía de las que cuentan, de las que se abren, de las que desfallecen y reviven por seguir hablando. Y la palabra es revitalizadora y los recuerdos (porque no hay olvido posible) pesan un poco menos si alguien acompaña en la escucha.
Parte del peso de unos testimonios cayó sobre los hombros de Roger Calabuig, técnico de la Cruz Roja destinado al kurdistán de Irak, que por llevar una cámara de fotos fue percibido como periodista. Las historias de algunas mujeres yazidies que fueron capturadas por DAESH tras tomar el pueblo de Sinjar en agosto de 2014 hacen parte de una exposición que se puede ver en La Vorágine hasta el 2 de abril. Meses o años de heridas en el cuerpo y en el alma, familias desmembradas tras el genocidio y según Roger “Ellas son las afortunadas” porque escaparon o pagaron su rescate, pero no volvieron a su vida, sino a la del campo de refugiados o a los edificios abandonados que complican la asistencia de la organizaciones internacionales.
En las paredes de la Vorágine hay ahora un nombre verdadero y una cara descubierta, la de Iman de 15 años. Y la acompañan otras 11 historias que necesitan otros hombros sobre los que reposar. Las miradas y la entereza de quién ya no puede pasar nada más, aunque su camino está por escribir porque son jóvenes y sueñan con la Europa que rechaza.
Las mujeres yazidi no usan velo; las mujeres yazidí son libres según su pueblo; las mujeres yazidi adoran al sol.
“Jinda, Mujeres yazidies supervivientes del horror” Exposición de fotografías. Entre el 5 de marzo y el 2 de abril.