Todos los días somos conscientes de que el trabajo en común tiene recompensa. Pero hay jornadas en que otras nos miran y nos ayudan a recordar lo importante que es el apoyo mutuo para los proyectos autónomos. Hoy, el Gremi de Llibreters de Catalunya ha incluido a nuestro título Pequeño tratado de amistad. Hacia una política de respeto entre los tres libros finalistas en la categoría de ‘Ensayo, pensamiento y otras narrativas’ como mejor libro del año.
En jornadas como las de hoy queremos abrazar a la autora Palmar Álvarez-Blanco, nuestra compañera impulsora de cambios inmensos desde los márgenes, con la que tanto aprendemos y que nos propuso esta joya delicada y revolucionaria que supo compartir con otras compañeras que completaron un mosaico tan diverso como necesario. Y ahí llegan los nombres de Belén Gopegui, Natalia Castro Picón, Marifé Santiago Bolaños, Itziar Mínguez Arnáiz, Sherrie Fernández Williams, Julia Otxoa, Esther Bendahan, Nayra Sanz-Fuentes, Ellen Mayock, Laura Corcuera y Joaquín Romano.
También invocamos a Paula Vallar, nuestra vecina, compañera y cómplice, que lleva ilustrando con belleza la revuelta editorial de La Vorágine casi desde nuestros inicios y que se marcó una de las portadas más sutiles y poderosas que hemos puesto en la calle. Y, claro, Emmanuel Gimeno, miembro de la colectiva La Vorágine, aparece en cada página de este libro que maquetó con mimo y con fuerza hasta que se produj0o el milagro de la impresión: ese momento en que seres siempre anónimos activan las máquinas que multiplican los panes y las letras hasta tejer el puente con lectoras de todas las latitudes.
Pues eso, que pase lo que pase el 27 de junio, cuando el jurado de libreras decida, nosotras ya somos felices porque da gustito el abrazo de aquellas que deben cuidar, recomendar y hacer viajar a los libros: las libreras, unos seres pocas veces visibilizados y que son fundamentales cuando miran a las periferias y consideran que los mejores libros del año no son siempre los que van encaramados en la publicidad o en los intereses de los grandes grupos.
Os regalamos estas palabras de Palmar en la intro de Pequeño tratado de amistad, desde ese realismo optimista que practica, desde esa suave dureza que destila:
“En un tiempo de violenta transición de sistemas, precisamos de apoyos para no claudicar ante los vaticinios que anuncian un trágico final. En este contexto, resulta útil acudir a la memoria colectiva del ser en común para recordarnos que el apocalipsis es un momento de revelación que interrumpe la continuidad temporal y abre un umbral para el tránsito. En este contexto finalista son indispensables las herramientas culturales para llevar a término el ritual de paso hacia otras formas de realidad. Este tránsito necesita además de una profunda reflexión existencial, filosófica y política que dote de sentido ese mismo final. De la elaboración de ese sentido depende la apertura de un horizonte de posibilidades distinto al que se deja atrás. Lo que sigue a continuación son algunas consideraciones sobre el protagonismo de las formas de relacionamiento en un tránsito de sistemas violentamente marcado por una desigualdad y una discriminación sistémicas y estructurales.
Pensando en quienes se acercan a este libro instalados en estadios de pesimismo, desafecto, incredulidad, cinismo, desconfianza o escepticismo, me gustaría advertir que la práctica del tipo de relacionamiento respetuoso que se defiende en este Tratado no existe solo en el mundo de las ideas, sino que encuentra su correlato en un importante número de comunidades en diferentes lugares del planeta. Dichas comunidades conforman un movimiento internacional altermundista y comparten la idea de que el camino de salida hacia formas justas y equitativas de organización de la vida en el planeta requiere de un doble trabajo hacia el interior y hacia el exterior de las personas. Dichas comunidades actúan como pequeños umbrales de salida y pequeñas cajas de resonancia de esas otras posibilidades de relación y organización social. Sus experiencias afloran entre los intersticios y las grietas del sistema vigente y su multiplicación construye un marco de acción colectiva que proyecta un horizonte utópico real. El testimonio de estas comunidades nos recuerda el potencial humano para dar y amar incondicionalmente”.
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