“¿Qué podrá hacer la belleza, la poesía, la palabra, el amor contra la guerra?”

El premiado (tercero por la izquierda), junto al jurado, la presidente de la Fundación y el editor de La Vorágine.

Sebastián Moreno, autor, actor y director de escena, ha ganado el Premio Internacional de Literatura Antonio Machado 2024 tras ser elegido por el jurado entre los algo más de 400 manuscritos recibidos. El premio, que concede la Fundación Antonio Machado de Collioure, reconoce obras literarias en cualquier género, escritas en castellano, catalán o francés, desde 1979 y busca potenciar los valores machadianos. En este caso, el jurado, presidido por el escritor Antonio Orihuela, ha considerado que ‘La noche en los labios’, la obra de Moreno, logra mostrar la dureza de la guerra en Sudán del Sur a través de un lenguaje tan directo como poético, tan subjetivo como descriptivo.

La noche en los labios, editado por La Vorágine, da voz a los niños y niñas secuestrados en Sudán del Sur para ser convertidos en guerreros. Cargada de poética, de realismo y de imaginación, la obra es un duro viaje que nos permite entrar en la mente de las y los menores capturados en Sudán del Sur para una guerra que no por invisible es menos real.

Moreno ha recibido el premio en Collioure durante los actos de conmemoración del 85 aniversario de la muerte de Antonio Machado en esta localidad francesa un 22 de febrero de 1939 tras salir al exilio. Unas 200 personas han participado en los eventos de conmemoración que, como cada año, ha vivido su momento más emotivo, alrededor de la tumba del escritor y de su madre, que falleció tres días después de él.

Moreno (Palma de Mallorca, 1985) vive en Madrid, y es, desde 2015, junto a Raquel Calonge y David Utrilla, director y dramaturgo de la Cía. La Casquería. Ha sido merecedor de diversos premios como el Calamonte Joven, el Premio Internacional de Dramaturgia Invasora, Premio Dramaturgo José Moreno Arenas , el Premio Catalina de Aragón,  el Premio de Teatro Mínimo Rafael Guerrero o el Premio Platta, entre otros. Sus textos se han estrenado en España y Reino Unido, y se han traducido al inglés, francés y polaco.

Queremos compartir con vosotras las poderosas palabras de Sebastián al recoger el premio en Collioure porque en ellas está la semilla de algo poderoso y, quizá, tan frágil como las palabras:

Sebastián Moreno, en Colliure

«A menudo, se le pide a las palabras que hablen sobre las palabras. Y las palabras son simplemente eso; soberanamente eso, palabras.

A menudo se le pide a los hombres que hablen sobre los hombres. Y los hombres, son solo niños juntando palabras.

A menudo se le pide a los niños que hablen sobre los  niños. Y aflora un desierto de dudas y preguntas sin respuesta.

A menudo se le pide al teatro que dé respuestas. Y el teatro es solo una manera de hacerse preguntas.

Escribo, sobre lo que desconozco, de otra manera, sería inútil.

Escribo, para viajar a universos lejanos, geografías no transitadas, mapas de confusión.

“Todo lo que se ignora, se desprecia”, diría Machado.

Todos sabemos algo más sobre la guerra en este momento, pero cuando en 2021 escribo La noche en los labios desde Europa pensábamos en la guerra como un concepto lejano – geográfica o temporalmente.

Como digo en el prefacio, “es muy difícil concretar cuando empieza o acaba una guerra. La semilla que duerme puede brotar en cualquier momento. La corteza seca del tronco muerto puede seguir albergando vida”. ¿Cuándo acabó, por ejemplo, la Guerra Civil española? – ese laberinto mágico, en palabras de Max Aub, del que nunca saldremos – ¿Qué humaredas siguen extendiendo esas lejanas hogueras?

Con “La noche en los labios” viajamos más lejos, porque “cuando esta historia empieza a escribirse… en Sudán del Sur, 6 de cada 10 niños están siendo reclutados por grupos armados”.

La infancia en la guerra, temática aparentemente disociada, y de difícil comprensión, y tal vez una de las realidades más clarificadoras del sinsentido que es toda exacerbación de las fronteras, de las creencias, de los miedos.

Antonio Machado, viejo y enfermo, como el mismo dice en una carta a David Vigodsky, publica su último poemario La guerra  en 1937, con dibujos de su hermano José Machado.  Y María Zambrano lo reseña y dice: “La palabra del poeta ha sido siempre necesaria a un pueblo para reconocerse y llevar con íntegra confianza su destino difícil, cuando la palabra del poeta, en efecto, nombra ese destino, lo alude y lo testifica; cuando le da, en suma, un nombre.”

¡Y cuán necesaria es la palabra del poeta respecto a la guerra!

Es el objetivo de la obra, si es que tiene alguno, nombrar y aludir a lo que a veces nos es ajeno, y en ella, la palabra narcotizada y embriagada hasta el amanecer de poesía, se empapa de la sangre y las moscas y las armas, y se viste de pesadilla watusi, con sus árboles de teca, su poblado mundari, su delirio de ramas ciegas, su idilio de raíces secas, y su arcilloso Nilo Blanco lleno de peces moribundos…

Otros hablaron antes sobre menores soldado en literatura dramática… ¡Gracias Suzanne Lebeau! ¡Gracias Eugenio Barba!

Y cuando esta historia acaba de escribirse… siguen oyéndose ecos cercanos, y la guerra recorre nuestros cielos, nuestras casas vecinas, nuestras escrituras…

Alguien se preguntó si se podría volver a escribir poesía después de Auswitch…

Escribir…

Escribir teatro…

¿Por qué?

Escribo, como digo (entendiendo la escritura como una forma de mirar especial y única) para lanzar preguntas para las que no tengo respuestas. Como un niño. Como un pájaro. Como una palabra que no sabe nada sobre si misma. Como un hombre. Escribo, pues, a tientas en la oscuridad. En silencio. En minúsculas. Buscando colores perdidos en la negrura de la noche, buscando aquella palabra que todo el teatro ha buscado siempre. La única posible. La única. Para colocar un espejo turbio al lado de la polis. Para hacer una hoguera con todos los días felices. Para poetizar el mundo. ¿Qué podrá hacer la belleza, la poesía, la palabra, el amor contra la guerra?

Cuando se condensa el carbón, surgen diamantes.

Escribo, sobre los niños (y niñas) y la guerra, para que ese sol de infancia y esos días azules no nos cieguen.

Cuando el sueño deje de soñar que sueña, empezará a resplandecer todo lo que no hicimos».

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