Sí, sí. Somos conscientes de que el viento sur nos vuelve locos como a otros les hace aullar la luna llena. Somos conscientes de que tenemos almas volanderas que a veces se suspenden en el aire agarradas a las cuerdas de una carpa. Tenemos vocación aventurera.
A veces nos disfrazamos como arduos personajes de Julio Verne y otras invitamos a bailar a Moby Dick mientras guiñamos un ojo a Stevenson con la secreta esperanza de que algún día pueda contarnos algún cuento.
Nos encanta, con Oriol, balancearnos en la extrema sensación del equilibrio. Nos seduce con sus versos Raquel Serdio. Nos ampara Pablo Müller mientras nos recuerda lo que somos. Nos protege Felipe Zapico, con voz tronante, de ogros fieros y otras alimañas. Nos alienta el Colectivo Cartón-A.
Sí, sí. Somos conscientes de que estamos obligados a acompañar a My Madder mientras recorre el mundo en un pequeño espacio de hierba y de que nos despojamos de todos los fríos con la coherencia de Olalla Castro. Sabemos que Marina Oroza nos convoca en su mirada, que sabe mirar el mar. Y siempre nos gustaría ser Ana Pérez Cañamares porque advierte las cosas pequeñas con conciencia grande. Y ya que nos ponemos, como somos unos locos, abandonaremos las maquinitas por un rato para fundirnos en abrazo permanente con la locura tan hermosa de Río Muten y Ángel Calle.
Ya ven, somos unos locos del viento sur cuando nos llama a “danzarnos” Francesc Bravo y amamos con delirio la dulce voz de Maribel. Nos estremecemos con el irónico decir de Ritxi Poo y prometemos abandonar la desmemoria cada vez que recordemos que por aquí pasó un día Don Juan Manuel Roca antes de adentrarse en un espejo.
Ya ven. No tenemos miedo a decir que en algún momento llegaremos a ser unos jodidos poetas como son Pedro Verdejo y Jesús G.
En ello estamos. Mientras tanto, ahí seguimos. Y en nuestro desvarío olfateamos el aire, tejemos redes, anudamos lazos y sembramos porque sabemos que en esta tierra nadie, jamás de los jamases, nos va a librar del viento sur.