(IX y X) 31 de marzo y 1 de abril

(IX) Martes 31 de marzo


ESCRIBIR HOY

Escribir literatura y poesía hoy, de alguna manera me recuerda a esos pianistas medio locos del cine del Oeste que siguen tocando en el salón mientras a su alrededor espejos y botellas se quiebran a causa de una trampa en la baraja. Acaso seamos los músicos del Titanic, sus remotos herederos amenizando un naufragio.

(X) Miércoles 1 de abril


CALLE EN MENGUATE

La descriptiva expresión “tener calle” para hablar de haber acumulado mundo, paisajes exteriores, encuentros y desencuentros, catedrales y burdeles, noches y caminos, gentes de toda pelambre y situaciones del afuera, ¿habrá dejado de tener sentido hoy por sustracción de materia?

Vetada la calle por mandato y declarada interdicta por su falta de razón, ya que siempre está desquiciada, ¿quedará valiendo algo la experiencia de un “flaneur” criollo? Mi abuela materna antioqueñizaba ese galicismo y me increpaba de esta manera: -A usted lo que más le gusta es medir calles, parece que le picara la casa.

¿Quedará la expresión‘tener calle’borrada del mapa de la lengua por sustracción de materia?

Tener calle será ahora, o al menos en este lento paréntesis colectivo que vivimos, no tenerla, o tal vez intuirla o recordarla para caminar por el sendero pedregoso de la nostalgia, que es un ejercicio de viejos.

De todo lo anterior nace mi inesperado asombro. ¿Habrá asombro que no sea inesperado? A las tres y quince de la madrugada de hoy escuché frente a mi casa las voces de un hombre y de una mujer que cruzaban la calle discutiendo.

El asunto tuvo algo de epifanía: escuchar dos voces en la sombra violando un toque de queda, algo que también llaman cuarentena, me tumbó del caballo del sueño como a Saulo otra voz en el camino de Damasco. Discutían, cuándo no, por un episodio de celos.

Las dos voces cruzaron fugaces, las dos voces se fueron hacia otras calles y plazas y un frío de cuchillo de esquimal envolvió mi silencio.

Después vino un fuerte viento que también siguió de largo frente a mi ventana.

He comprobado que el viento desprecia a los sedentarios, que se vive persiguiendo a sí mismo porque le gusta buscar la lejanía. Y que además lo hace como un viejo vagabundo, maestro en carreteras desoladas. Ahora mismo lo imagino ironizando nuestra condición de reos y sedentarios, mientras golpea una valla azul cobalto clavada en la autopista, una valla con palmeras que nos invita a soñar con un crucero por islas del caribe.

(Fotografía: “El Titanic” sale desde Belfast a pruebas marinas un día 2 de abril de 1912, mañana hará 108 años)

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