Ante la tentativa de secuestro del #8M

El sistema fagocita. Lo saben quienes han intentado cambiarlo desde dentro, lo constatamos cada vez que los medios de comunicación masivos eligen una causa para convertirla en eslogan, lo enfrentamos cada vez que las periféricas al sistema son calificadas de “radicales”, “violentas”, etcétera.

El sistema, además, se mueve rápido. Cuando detectó el potencial movilizador del #15M, hizo todo lo posible por convertir la calle en happening y la rabia en partido político. Cuando vio en la ecología el leitmotiv de una generación los puso a reciclar vidrio para evitar que tumbaran chimeneas. Ahora, desde hace unos años, cuando constató que las calles se llenaban de mujeres que ya no aguantaban más la naturalización del brutal y violento patriarcado que nos condena a unos roles perversos y hiere cuerpos a la misma velocidad que destroza almas, ha tratado de secuestrar al #8M para diluir la lucha contra el patriarcado en ingenuas campañas pro igualdad.

Desde La Vorágine no renunciamos ni a la rabia ni a la lucha, ni a la denuncia ni al boicot, ni a la radicalidad ni a la resistencia. Es demasiado dramático escuchar a una alcaldesa mujer-función-hombre denunciar el feminismo como enemigo de las mujeres, es ridículo al extremo ver los actos y debates que hacen comerciantes, medios de comunicación y políticos machirulos alrededor de un día de la Mujer edulcorado y blanqueado.

Ante esta tentativa de secuestro del #8M hay que señalar la mentira y la impostura, los discursos falaces y la complicidad de muchas mujeres con el sistema que las condena a no ser mujeres, la invisibilización de muchas de las mujeres más machacadas por el sistema (obreras, racializadas, mayores, transgénero, políticas de base, lideresas sociales…) a favor de una imagen publicitaria de mujer masculinizada que triunfa “gracias a sus propios méritos” en una sociedad donde la meritocracia esconde una estructura pensada y organizada para generar desigualdad y exclusión.

Al igual que el racismo, el patriarcado opera a través de la naturalización de lo nada natural y para ello necesita a la inmensa máquina de la denominada como “industria cultural” para, a través de la publicidad, de la ficción y de una parte de la producción creativa, hacer que las mayorías compren la ideología radical y violenta de las minorías patriarcales, hetero, capitalistas, blancas y cristianas que se adueñaron del planeta hace tiempo. En estos días alrededor del #8M, las máquinas publicitarias y creativas del sistema echan humo. Todo es mujer para que la mujer no ejerza sus derechos en plenitud. Todo es morado para aguar el color de la lucha, para neutralizar la fuerza de las nadie.

Este #8M, La Vorágine cierra y lo hace de forma apenas simbólica, pero como constatación de una rabia real que nos empuja a luchar no para que la brecha de género se estreche, sino para lograr que se transforme en una grieta profunda en el muro del sistema-mundo patriarcal. La lucha es larga, pero somos herederas de las mujeres que la han encarnado desde hace siglos y nos debemos a las generaciones que están por-venir. Ellos parecen más fuertes, pero sólo son más violentos.

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