El 24 de abril de 2013 aún estaban las calles llenas de voces disidentes o, al menos, reclamantes de unos derechos que se sentían hurtados. Hoy, nueve años después, ha llovido mucho (sigue lloviendo ácido) y parece que el pueblo está cansado, aturdido… No parece extraño: crisis políticas, leyes mordaza, la consolidación de la Europa y la España fortalezas, pandemia, precariedad laboral, retroceso vertiginoso del autodenominado como Estado del Bienestar, invasiones, éxodos, la ultraderecha campando, los medios de comunicación defendiendo lo indefendible…
Han pasado nueve años desde que nació La Vorágine. Como toda semilla, fue sembrada chiquitica y ha sido la comunidad que se tejió a su alrededor la que ha logrado que sus tallos, hoy, después de todo este tiempo brutal y ensordecedor, sean lo suficientemente fuertes como para aguantar vendavales.
Celebraremos a lo grande los 10 años, que ya sabéis que a los humanos nos gustan los números redondos (que lo redondo tienen curvas y como escribiera el maestro ácrata Lizano “vivir es curvo”), pero no podíamos olvidar este nuevo cumple de un proceso tan necesario como azaroso.
¿Os acordáis cuando empezamos? La Vorágine se instaló en la calle Cisneros, 15, en una especie de semisótano, semiclandestino y semihúmedo. En los estantes había 700 títulos y en nuestras almas había muchos anhelos de demostrar que somos capaces de levantar utopías, no sólo de anhelarlas.
Hoy, nueve años después, estamos 500 metros más arriba, en Cisneros, 69, los anaqueles comunes acogen unos 9.000 títulos (depende del día y de la temporada), el espacio es luminoso y transparente, abierto hasta el extremo, pero seguimos con las puertas cerradas para aquellas que no entiendan que el cuidado de les otres es el sentido último de la vida en común.
Este 22 de abril de 2022 hemos celebrado la vida de los libros y de la gente digna con Isabel Tejerina, presentando un libro que, además de contener muchos otros libros, ha sido publicado por la editorial La Vorágine (un proceso que nació en 2015 y que ya va teniendo extremidades sólidas que nos llevan a otras partes del Estado y del planeta). Ha sido el evento 1.187 desde la apertura de este centro de cultura crítica que suele saltar a otros puntos de la ciudad para recordarnos que somos enramada y que las calles y las plazas son tan nuestras como de aquellos que suelen decidir sus nombres sin consultarnos. La contabilidad de humanidad nos dice que por todos esos actos (unos 130 al año) han pasado casi 37.000 personas. Y, claro, ya sabemos, que muches repetís, pero de alguna manera debemos saber si nuestras voces tienen respuesta y contar en el ábaco es una de las formas de saberos ahí.
Empezamos diciendo que todo ha cambiado demasiado (y a peor) desde 2013, pero el colectivo de La Vorágine también es consciente de la capacidad telúrica de resistencia de los pueblos. Por eso, en tiempos oscuros abrimos ventanas a la luz, tejemos complicidades con quiénes están en luchas poderosas en otras geografías, aprendemos, desaprendemos y nos recargamos para estar listas, para no dejar pasar el momento en el que la salud, la felicidad y la justicia estén por encima de la economía, el individualismo y el despojo.
Comenzamos un nuevo año con las mismas coordenadas políticas y humanas con las que arrancamos, aquellas que os compartimos siempre en nuestra definición mutante: “La Vorágine es un colectivo que anhela subvertir el orden en el que ha nacido y al que trata de sobrevivir. Conscientes de que no hay atajos y que jugamos en cancha ajena –la de la indolencia individualista producida por el sistema-mundo capitalista patriarcal y colonial- trabajamos en lo invisible y nos conocéis desde lo visible”.
Pues eso, desde lo visible os abrazamos, desde lo invisible seguimos sembrando las semillas de la disidencia. Sólo podemos desearos y desearnos que tengamos la capacidad de formular nuevas utopías que no nos dejen desfallecer ante las embestidas del monstruo.