Desvivir, así, de forma irreflexiva, nada tiene que ver con preocuparse u ocuparse de algo o alguien con afán desmedido.
Desvivir es vivir, pero en sentido inverso.
Desvivir, es repetir cada penuria,
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Desvivir, así, de forma irreflexiva, nada tiene que ver con preocuparse u ocuparse de algo o alguien con afán desmedido.
Desvivir es vivir, pero en sentido inverso.
Desvivir, es repetir cada penuria, desde el hoy hasta el momento en que nacimos al recuerdo y la consciencia. Es la sensación de que delante, solo está el mal que hemos dejado atrás; la certeza de que los responsables del mal alumbran certidumbres tan inciertas, que los más, las toman por verdades verdaderas.
Desvivir es renunciar, dejar que nos empujen hacia atrás mientras vemos otra vez como ocurre lo ocurrido y lo volvemos a vivir sin oponer la más pequeña resistencia. Es consentir que lo que hicimos se convierta en humo y que lo que pudimos haber hecho, sea ya imposible hasta que el orden natural del tiempo se reponga.
Desvivir es deshacer la vida .
En los primeros días de febrero de 1937 se juntaron en la ciudad de Málaga cerca de 90.000 refugiados que habían huido de sus hogares
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En los primeros días de febrero de 1937 se juntaron en la ciudad de Málaga cerca de 90.000 refugiados que habían huido de sus hogares conforme estos habían ido siendo ocupados por el Ejército sublevado por temor a las represalias y a la ejecución de las amenazas de Queipo de Llano difundidas por la radio.
Ahora vamos a adentrarnos en la Desbandá con Verónioca Sierra Blas, una de las autoras de un libro coral —El éxodo de Málaga a Almería—, en el que tres autoras de tres generaciones han creado juntas este libro contra el olvido, El éxodo de Málaga a Almería. A partir de estos hechos y de la escucha de numerosos voces que aún lo recordaban, María Jesús Orbegozo escribe una novela en la que recupera los sentimientos de las víctimas. La escritora María Jesús Orbegozo ha querido darles un nombre y devolverles su historia, la de sus pasos en la Desbandá y la de su lucha por volver sin miedo a su casa, de la que guardaron la llave.
La ilustradora María Rosa Aránega ha dibujado la fuerza y abatimiento en los rostros de los refugiados anónimos. Y la historiadora Verónica Sierra Blas ha recordado detalles esenciales de aquellos días sin esperanza y ha conversado con la autora sobre la memoria emocional y el valor de los testimonios de los protagonistas y sus descendientes.