Es cierto. La primera cuestión sería debatir si el Estado-Nación-Liberal-Capitalista-Racial- Eurocentrado alguna vez nos sirvió a las nadie, a las que no teníamos el poder, a las que éramos mano de obra pero no propietarias, a las que las élites de la política nos cerraron la puerta en la cara a cambio de una ‘delegación’ de la soberanía a cambio de unos servicios y de un ‘bienestar’ que supuso un buen negocio para los que se quedaron con el poder a cambio de recogernos las basura de un modo de vida que ellos mismos estimulaban (estimulan).
Pero digamos que el Estado Nación sirvió para establecer un adentro en Euroocidente en el que la ficción de la democracia y de los servicios públicos obró una especie de aturdimiento placentero y desmovilizador. Ahora, nos atreveríamos a afirmar, ya no sirve ni para eso.
Desnuda la democracia liberal representativa, famélico el ‘estado del bienestar’, restringidas de facto las libertades… el Estado Nación que inventó Europa para dominar el planeta tampoco sirve ya a los europeos y europeas.
En la última semana hemos convivido y compartido tiempo y largas conversas con Heriberto ‘Beto’ Paredes Coronel, periodista mexicano que lleva una década acompañando los procesos de autonomía que, con muy diferentes formas, han ido poblando parte del mapa del gigante país mesoamericano. Entre viernes y sábado desarrollamos un encuentro alrededor de esa idea de autonomía y, aunque es imposible, trasladar los debates a este breve texto, sí queremos compartir algunos de los (des)aprendizajes:
- La autonomía (política, territorial, cultural, económica, social) respecto al Estado Nación no es un horizonte político cerrado. Es decir: no hay una receta replicable o copiable de forma literal.
- El proceso de autonomía es adaptable a casi todos los contextos pero eso no significa que podamos denominar a toda experiencia alterna como ‘autonomía’.
- Los procesos de autonomía en México han arrancado siempre de una fractura del Estado Nación: su incapacidad de proteger la vida, la ausencia de servicios, la omnipresencia militar, la usurpación de tierras, las alianzas con el crimen organizado…
- Algunos de los procesos se han cocinado a fuego lento (como el Zapatista) y otros han surgido de un estallido/levantamiento comunitario (Cherán, por elemplo).
- Los procesos de construcción de autonomías suponen descartar la ‘delegación’ de funciones en ‘profesionales’ o ‘técnicos’ de la política y necesitan de la participación directa, continuada y responsable de la mayoría de personas de la comunidad de identidad comprometida.
- La participación real precisa de una renuncia al espacio de confort individual.
- La identidad, el vínculo que hace posible el sentimiento de comunidad, no tiene por qué ser étnica. La identidad-afinidad es tan importante en los procesos de autonomía como el territorio como espacio de resistencia/construcción.
- En los procesos de autonomía se presenta una tensión entre lo colectivo y lo individual. Construimos la autonomía frente al exterior (Estado) pero también hay que discutir qué tan autónomo es cada singularidad frente a la comunidad.
- La mayoría de procesos de construcción de autonomía que hemos analizado en el seminario con Beto Paredes entienden que lo privado es un espacio político: rompen la barrera público/privado del modelo occidental liberal.
- La mayoría también pone en el centro el bien común o/y el bien vivir como horizonte común de trabajo y búsqueda.
Y de regalo final para la reflexión, pues los siete principios básicos del Zapatismo, el proceso de autonomía más maduro en México y que sirve de inspiración o de referencia a otras comunidades:
Obedecer y no mandar
El pueblo tiene, en todo momento, la facultad de revocar al mandatario que no cumpla con su función a cabalidad. El gobierno obedece a las necesidades de cada comunidad o localidad sin decidir cuál es la mejor forma de vivir nuestras vidas, simplemente cumpliendo con organizar y planificar. Quien manda, obedece la voluntad del pueblo.
Representar y no suplantar
El principio de todo gobierno está en la representación de una voluntad. Los representantes son elegidos de forma rotativa, incluso sin que ellos lo soliciten, pero no es visto como una imposición, sino como un servicio a la comunidad. Su trabajo es igual de importante que el de cualquier otra persona en la comunidad.
Bajar y no subir
El zapatismo no aspira a la toma del poder porque sabe que el poder proviene del pueblo. Hacer comunidad es poner los saberes y las técnicas al servicio de la sociedad, aceptar que cualquier trabajo es igual de importante que un cargo público.
Servir y no servirse
La cooperación desde los cargos públicos y hasta cualquier actividad requiere de una acción solidaria y desinteresada. Servir a la comunidad no es un trámite burocrático ni un trabajo remunerado, se trata de una expresión de la colectividad.
Convencer y no vencer
Principio fundamental para la creación de un nuevo mundo. De nada sirven las absurdas contiendas electorales y las campañas que no representan los intereses reales del pueblo. La nueva política se hace a través del convencimiento, no de la decisión de unos cuantos.
Construir y no destruir
La construcción de un mundo nuevo no tiene un instructivo; ni el zapatismo ni nadie tiene la verdad ni la capacidad para elegir qué forma de gobierno resulta más adecuada para cada pueblo y nación que integran la realidad latinoamericana y mundial.
Proponer y no imponer
El rompimiento con la política que domina a la sociedad requiere de un cambio radical. Proponer a través de la acción y la palabra, actuar en consecuencia con la realidad y con un fin social es una máxima tanto de los individuos como del gobierno para lograr una transformación en la sociedad.