(Compartimos parte de la intervención de Pilar Salamanca en La Vorágine el pasado jueves ante el interés y la calidad de su exposición)
Después de la Guerra de los 6 Días en 1967 y con el consiguiente agravamiento de las condiciones de vida, la Literatura Palestina se fue aislando, cerrando sobre sí misma mientras que, al mismo tiempo, los escritores y escritoras palestinos obligados a vivir en la Diáspora (Irak o el Líbano) experimentan un proceso de apertura que se manifiestó, no solo en un cierto mimetismo con los autores de los países que los habían acogido sino – y sobre todo – en la identificación de su trabajo con los sectores de población más desfavorecidos de su población. Me refiero no solo a los más pobres sino a la oposición, a los revolucionarios, los exilados o los intelectuales.
Sin embargo, nada de esto sucederá en el área de los Países del Golfo (Bahrein – Kuwait – Qatar – Los Emiratos) donde tantos palestinos se vieron forzados a emigrar para ganarse la vida trabajando como profesores o ingenieros en la construcción de infraestructuras y pozos de petróleo: en estos países no se produciría identificación alguna. La prueba está en que las descripciones literarias que estos autores hicieron siempre sobre ellos son consistentemente negativas.
Y es precisamente su poco apego a estos países árabes donde – sobre todo al principio – se vieron obligados a asentarse, lo que constituye una de las características más importantes de los escritores palestinos de la Diáspora.
Y así, por una parte, los escritores enfatizan la apropiación sentimental de sus ciudades y aldeas originales y –por la otra – se manifiestan en contra del inseguro contexto de su destierro, condicionado por fuerzas a menudo muy hostiles. En su trabajo aparecerán a menudo imágenes de los espacios, abiertos y peligrosos que tanto ellos como ellas se verán obligados a atravesar en su viaje hacia ese lugar puedan por fin echar el ancla y asentarse.
Sin embargo, en 1982, después de la invasión del Líbano y del nuevo (terrible) éxodo que se produce a continuación, ese lugar –que acabo de mencionar – se estrecha peligrosamente tanto, tanto que – como diría Mahmud Darwish en uno de sus poemas –
“tuvimos que desmembrarnos a nosotros mismos para poder pasar”.
Las fotografías de esos años muestran cómo los palestinos desbordan los aeropuertos buscando en vano un lugar dónde poder asentarse, viajando incansablemente en caravanas interminables con sus hijos a cuestas, sufriendo la soledad, el abandono, la desesperación, el terrible calor y aún así, empeñados en buscar un nuevo lugar para asentarse mientras durase el exilio.
En fin, se podría decir que el destino de la Sociedad Palestina – tanto en su tierra como fuera de ella – fue siempre un destino básicamente trágico y que su Literatura – aún mezclada con buenas dosis de ironía o sentido del humor – no ha podido serlo menos pues sigue empeñada en retratar la experiencia de un pueblo perseguido y en constante estado de sitio que ha decidido sin embargo hacer frente a su propia aniquilación y a la aniquilación de la memoria colectiva con todos los recursos a su alcance.
Y entre esos recursos están los testimonios personales de las escritoras incluidas en esta pequeña Antología. La mayor parte de estas memorias, novelas o biografías noveladas representa un enorme esfuerzo de afirmación frente a las desventajas impuestas por las circunstancias adversas de sus protagonistas así como también un intento de enfrentarse a la publicidad negativa como la que – durante tanto tiempo – rodeó a la Causa Palestina.
Una publicidad construida en base a la impunidad de sus victimarios, a la manipulación de la historia por parte de investigadores y especialistas bien pagados y al desinterés y falta de criterio de una gran parte de la opinión publica.
Memorias, recuerdos, diarios y autobiografías revelan pues –pero no sólo – la urgente necesidad de asegurarse una identidad al tiempo que describen una experiencia personal. Experiencia personal que – por supuesto – no se da en el vacío porque según todas y cada una de estas escritoras es imposible hacer buena Literatura desde un punto de vista estrictamente personal, desentendiéndote de las circunstancias que afectan a toda una colectividad. En todas ellas existe la voluntad de servirse de la Literatura como herramienta de intervención en el debate político y social, ya sea mediante la denuncia más o menos directa de alguna de las circunstancias que las rodean; la reflexión sobre los procesos que han conducido a ese concreto estado de cosas; la concienciación de responsabilidades y el llamamiento a la movilización de los propios comportamientos o – simplemente – mediante la imaginación de relatos distintos a los hegemónicos.
Resumiendo:
La Literatura Palestina de después de la Nakba no es mejor ni peor sino simplemente diferente – a la preconizada por Juan Benet: “el único camino razonable – decía – que se le abre al escritor es el de dedicarse a la perfección del arte literario y convencerse de que merece la pena intentar cultivarlo por si mismo”.
Una Literatura donde el concepto compromiso no ha sido proscrito ni tampoco reemplazado por ese concepto tan actual de compromiso con el público un público – siento mucho decirlo – cada vez más predispuesto a identificarse con el mercado. Mientras que la inmensa mayoría de la Literatura Palestina realizada después de la Nakba tiene la pretensión de cuestionar la ideología o más bien, el estado de cosas dominante. Estas escritoras y escritores escriben para articular el descontento por la consentida y manifiesta injusticia a la que se ve sometida su pueblo. Escriben – en una palabra – para buscar alternativas.
Dicho esto, me gustaría señalar que – aún así – esta Literatura no se dedica sólo a mostrar al mundo esta injusticia porque, si así fuera, perdería todo su valor. El verdadero valor de la Literatura Palestina Contemporánea es, precisamente, esa manera suya sutil y estéticamente sofisticada de retratar con total sinceridad los dramas existenciales de cada autora. Todas ellas, sin embargo, comparten algunas características:
La primera: la urgencia política de la mayoría de sus textos;
La segunda: la forma en la que todo lo que se cuenta adquiere un valor colectivo;
La tercera: la búsqueda de una identidad (nacional pero también personal).
Cierto, hay que reconocer que esta Literatura no es precisamente una Literatura “divertida” o de entretenimiento en el sentido de hacernos pasar un buen rato. Trata sobre todo de la resistencia de una parte muy concreta de la humanidad pillada entre los entresijos de una infernal maquinaria de intereses políticos impuestos sobre ella sin su consentimiento y sin haber hecho nada para merecerlo pues, a estas alturas, todos sabemos que la Historia de Palestina es la historia de una INOCENCIA INICIAL – que sobrepasa con mucho los propios errores cometidos – y que se ve enfrentada a una estrategia global que ha decidido a aprovecharse de esa inocencia para implementar una política de agresividad y miedo que ha causado ya infinitas víctimas .
Y es este tipo de experiencias lo que constituye su principal sustrato: el desastre, la resistencia de las victimas, la negativa de todas y cada una de ellas a ser borradas de la faz de la tierra, el valor, la compasión, el amor… en una palabra, los temas de siempre, unos temas que llegan al alma de los lectores haciéndoles identificarse con los valores que defiende y que – ocurra la acción donde ocurra e independientemente de a quién afecten, son temas intemporales que comparten el mismo protagonista: el ser humano. El mismo que tan bien supieron describir todas las Literaturas Clásicas y que sigue emocionándonos hoy día.
A efectos de nuestro trabajo hemos divido a estas escritoras en dos grupos cada uno de ellos con características muy específicas:
- Un Primer Grupo dividido, a su vez, en dos sub-grupos
A) El conformado por las y los escritores palestinos que en 1948 se vieron convertidos en ciudadanos de segunda al no querer abandonar sus casas y seguir viviendo dentro de las fronteras del Estado Israelí recién constituido
B) Los palestinos de Cisjordania y Gaza que se encuentran sometidos a un estado de ocupación y apartheid desde 1967.
- El Segundo, estaría formado por aquellas y aquellos que se vieron forzados a emigrar y los que, andando el tiempo, nacerían en la Diáspora. (EEUU, Canadá, Inglaterra, Australia, Francia, Chile o España)
Y es a éste segundo grupo al que pertenecen las escritoras que conforman esta suerte de incompleta Antología que incluye – previsiblemente – a las siguientes escritoras.
(y digo “previsiblemente” porque la Antología incluye una entrevista personal con cada una de ellas y supongo que algunas aceptarán – de hecho así ha sucedido – y otras no)