Internet o el laboratorio de un nuevo orden social

En el inicio fue el ciberespacio, una utopía, el sueño de una nueva sociedad igualitaria, descentralizada y sin jerarquías [Margarita Padilla escribió alguna vez que el ciberespacio es la “alucinación consensual, la representación gráfica de la complejidad inimaginable de la información”]. Después llegó Internet que, aunque se quiera reducir al estatus de herramienta, supuso establecer “un espacio de subjetivación”, una puerta abierta a la conexión de lo pequeño con lo grande y permitir que “lo nuevo prospere”. Entender Internet y las luchas que en ese espacio se están dando es clave para el futuro de la humanidad porque la red no es un medio de comunicación, sino “el laboratorio de un nuevo orden social”.

La hacker Margarita Padilla -autora de El kit de las luchas en Internet (Traficantes de Sueños)- propugnó ayer en su encuentro con la comunidad de La Vorágine por una lucha a muerte para lograr que Internet no cambie en su esencia: ambigua, ingobernable y abierta. “Parte del cambio de este sistema pasa por mantener el Internet que tenemos”. Y para eso es importante conocer y defender el ADN que garantiza esas tres cualidades: unos estándares que permiten que la red no sea cerrada, una comunidad no fragmentada alimentada por la intersubjetividad hacker y manteniendo la esfera público-privada en la que se dan las relaciones.

Tras escuchar y conversar con Marga Padilla algunos términos se matizan e Internet aparece como un terreno de experimentación de los bienes comunes, como un espacio colaborativo inigualable y como un laboratorio donde a un “costo” razonable se pueden escalar un nuevo orden social de relación no capitalista. También se caen algunos mitos, como el del hacker como “adolescente con granos, pocas habilidades sociales y comedor de pizza”. “El hacker siempre actúa en comunidad porque su esencia es la no privatización del conocimiento y se mueve en un entorno donde prima la meritocracia, una suerte de individualismo libertario y la cooperación”. “Junto a un código desterritorializante, los hackers inventaron su manera de hacer lo común: la comunidad. El conocimiento debe ser compartido y los desarrollos individuales deben ser devueltos al común. Privatizar el conocimiento es matar la comunidad. La comunidad es garante de la libertad. Como hacker en comunidad, eres libre. Del resto, nada que hablar. La comunidad no tiene que convencer al mundo. Es superior, y eso basta. El objetivo de la comunidad es recursivo, ya que también es su precondición: alcanzar la inteligencia social, colectiva, nutrida por aportaciones individuales según una lógica de cooperación”, escribía Padilla en la Revista Metrópolis.

El desarrollo de estas comunidades hace que no haya miedo ante un posible intento por “controlar Internet”. “Si alguien cierra o controla internet, inventaremos otro. Sabemos como hacerlo”. El desarrollo tecnológico vertiginoso ha hecho realidad la utopía ciberespacial, de una forma inesperada y con una potencialidad incontenible. Incluso, defiende Padilla, que la ‘convivencia’ en la red de intereses tan diversos como los comerciales capitalistas, los libertarios, los conservadores, los políticos…. hace que todos ellos la defiendan y que se generen “superficies de contacto” entre esos grupos… “y sólo con superficies de contacto se logra el contagio [de las alternativas]”.

Padilla planteó que esta realidad ciber llevará a un cambio social que incluirá la entrada del software libre en las casas, aunque esto será lento: “Todo cambio cultural comienza por la base. Que la administración pública use software libre es interesante pero no provocará el cambio. Este comenzará cuando Linux y las aplicaciones de código abierto entren en los hogares y el ordenador no se vea como una amenaza sino como parte de los elementos que cohesionan las relaciones familiares”. En esa base cultural hay “adultos que no entienden la lógica de Internet y por tanto no pueden relacionarse con jóvenes que saben más que sus profesores”. “Los chicos y chicas más inteligentes son los que más sufren en el sistema educativo”. Padilla cree que el hecho de que en los colegios y en las casas se utilice software privativo induce a los jóvenes a la piratería para después, y paradójicamente, criminalizarlos por las descargas.

Un mundo sometido a un cambio social sin antecedentes y apenas intuyendo en qué consiste.

En el inicio fue el ciberespacio, una utopía, el sueño de una nueva sociedad igualitaria, descentralizada y sin jerarquías [Margarita Padilla escribió alguna vez que el ciberespacio es la “alucinación consensual, la representación gráfica de la complejidad inimaginable de la información”]. Después llegó Internet que, aunque se quiera reducir al estatus de herramienta, supuso establecer “un espacio de subjetivación”, una puerta abierta a la conexión de lo pequeño con lo grande y permitir que “lo nuevo prospere”. Entender Internet y las luchas que en ese espacio se están dando es clave para el futuro de la humanidad porque la red no es un medio de comunicación, sino “el laboratorio de un nuevo orden social”.

La hacker Margarita Padilla -autora de El kit de las luchas en Internet (Traficantes de Sueños)- propugnó ayer en su encuentro con la comunidad de La Vorágine por una lucha a muerte para lograr que Internet no cambie en su esencia: ambigua, ingobernable y abierta. “Parte del cambio de este sistema pasa por mantener el Internet que tenemos”. Y para eso es importante conocer y defender el ADN que garantiza esas tres cualidades: unos estándares que permiten que la red no sea cerrada, una comunidad no fragmentada alimentada por la intersubjetividad hacker y manteniendo la esfera público-privada en la que se dan las relaciones.

Tras escuchar y conversar con Marga Padilla algunos términos se matizan e Internet aparece como un terreno de experimentación de los bienes comunes, como un espacio colaborativo inigualable y como un laboratorio donde a un “costo” razonable se pueden escalar un nuevo orden social de relación no capitalista. También se caen algunos mitos, como el del hacker como “adolescente con granos, pocas habilidades sociales y comedor de pizza”. “El hacker siempre actúa en comunidad porque su esencia es la no privatización del conocimiento y se mueve en un entorno donde prima la meritocracia, una suerte de individualismo libertario y la cooperación”. “Junto a un código desterritorializante, los hackers inventaron su manera de hacer lo común: la comunidad. El conocimiento debe ser compartido y los desarrollos individuales deben ser devueltos al común. Privatizar el conocimiento es matar la comunidad. La comunidad es garante de la libertad. Como hacker en comunidad, eres libre. Del resto, nada que hablar. La comunidad no tiene que convencer al mundo. Es superior, y eso basta. El objetivo de la comunidad es recursivo, ya que también es su precondición: alcanzar la inteligencia social, colectiva, nutrida por aportaciones individuales según una lógica de cooperación”, escribía Padilla en la Revista Metrópolis.

El desarrollo de estas comunidades hace que no haya miedo ante un posible intento por “controlar Internet”. “Si alguien cierra o controla internet, inventaremos otro. Sabemos como hacerlo”. El desarrollo tecnológico vertiginoso ha hecho realidad la utopía ciberespacial, de una forma inesperada y con una potencialidad incontenible. Incluso, defiende Padilla, que la ‘convivencia’ en la red de intereses tan diversos como los comerciales capitalistas, los libertarios, los conservadores, los políticos…. hace que todos ellos la defiendan y que se generen “superficies de contacto” entre esos grupos… “y sólo con superficies de contacto se logra el contagio [de las alternativas]”.

Padilla planteó que esta realidad ciber llevará a un cambio social que incluirá la entrada del software libre en las casas, aunque esto será lento: “Todo cambio cultural comienza por la base. Que la administración pública use software libre es interesante pero no provocará el cambio. Este comenzará cuando Linux y las aplicaciones de código abierto entren en los hogares y el ordenador no se vea como una amenaza sino como parte de los elementos que cohesionan las relaciones familiares”. En esa base cultural hay “adultos que no entienden la lógica de Internet y por tanto no pueden relacionarse con jóvenes que saben más que sus profesores”. “Los chicos y chicas más inteligentes son los que más sufren en el sistema educativo”. Padilla cree que el hecho de que en los colegios y en las casas se utilice software privativo induce a los jóvenes a la piratería para después, y paradójicamente, criminalizarlos por las descargas.

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