La noche en que fuimos todo (s)

Marta está bailando. Lo hace en el espacio en el que ya han bailado otras y otros, lo hace alrededor y rodeada de gente querida, conocida, desconocida antes, ajena nunca más. Los Castos han arrancado con la ‘Cumbia del recuerdo‘ y todo se confunde, porque hace ya muchos años compartimos trago y recuerdos con su autor, José Alcibiades Flórez. “Quemazón”, que así le conocen en Río Viejo, su pueblo en la ribera del río Magdalena (Colombia), nos decía que si no fuera por la guitarra “pasaría desapercibido por la vida”. Su música nos ayuda hoy a dejar huella. Hoy hay guitarra y hay acordeón, y hay contrabajo, y violín y voces que se mezclan en este conjuro de alegría ya no contenida, de ese puntito rico que da el compartir.

Son las 11 de la noche más voraz del año, la de la celebración colectiva del aniversario de La Vorágine, este espacio de cultura crítica que se ha convertido en territorio liberado para la humanidad gracias a las gentes que lo habitan. Llevamos dos horas y media de fiesta. Marta está bailando, y Manuel, y Tino, y Karla, y Marga, y Mariano, y Carmen, y Pilar… los nombres ya no son ajenos porque nos hemos mirado y respetado, porque ya nos conocemos y nos aliamos en esta resistencia alegre que no pueden controlar gobiernos ni sistemas.

Por el escenario donde ahora se despeñan sin límite Los Castos y su invitado especial (el violinista de Hamelin llamado Fran Lasuen), ya han pasado muchos cuerpos –ya sabéis que es el cuerpo nuestra primera trinchera de resistencia ante esta locura que nos niega-. Las mujeres poderosas de Quimeras, el espectáculo colectivo que ha abierto la noche, han logrado poner la palabra certera para enterrar el patriarcado y con sus cuerpos nos han regalado, primero la dureza, después la belleza y al final la certeza de que juntas somos más poderosas (aún). La gente, esta digna gente se ha levantado y ha terminado bailando al ritmo del norte de África para romper el hielo de una noche nunca congelada del norte de esta península.

Hemos tenido tiempo para charlar, para reír, para probar los arroces de nuestro ya hermano del Sur que sabe que hasta en el Norte todo es posible. No le gusta que su nombre circule, por eso ha dejado sembrado el buen sabor de la cocina hecha con amor en cada boca. La temperatura ha subido y Cristian ha tenido que darnos aire frío para que la respiración agitada de la alegría de estas 140 personas se acomodara en este Café de las Artes que nos ha permitido estar y ser al mismo tiempo. Cristian está aquí pero también está con Alicia y con la pequeña Sue, que ha llegado para recordarnos que la semilla está llena de vida.

En la barra, Nico, Raquel y Pilar se afanan en que nadie espere y en la puerta Varo abre los brazos para que nadie se quede fuera de esta fiesta que es de todas.

El espacio escénico está latente. Espera lo que llega y llega Yendo y Viniendo, el espectáculo juguetón, potente y cercano de Francesc Bravo, el eje sobre el que lleva rotando muchos años Rayo Malayo y un amigo en alma y cuerpo que nos ha prestado ese último para terminar de conectarnos. Danza contemporánea de mucha altura y de más cercanía, aplausos que confiesan sorpresa, sonrisas del que baila y de los que se enredan en sus pies de puntillas en cada diagonal eléctrica que traza en esta Noche Voraz.

La noche cabalga a un ritmo impuesto por los que estamos. Nunca acelerado, siempre dinámico. Antes de Los Castos, la dureza contenida del monólogo para un parado, ese áspero texto de Juan Manuel Freire que nos regala Isabel Tejerina en representación de esos muchos que son la agrupación escénica Unos Cuantos. Todo se entrelaza, porque Lasuen le pone música al drama sin vaselina de la realidad que excluya a, al menos, seis millones de personas para que unos pocos se queden con el todo. Hoy no, esta noche no. Isabel nos recuerda quiénes somos, los de abajo, los que juntos somos más… y más fuertes.

La música va a cerrar la noche y a abrir los anhelos. Hoy hemos sido todos y mañana, a pesar del cansancio, seremos multitudes. Si hay pruebas del aquelarre es gracias a las imágenes de Joaquín Gómez Sastre, si hay futuro es gracias a todxs vosotrxs. Gracias pues… vamos a seguir la siembra que con cosechas como esta merece más que la pena.

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