El Colectivo de Lectura Común (CLC) de La Vorágine transitó la pasada semana por la fiebre del caucho en la Amazonia. Aquella locura extractivista que aún no cesa y que llevó a la esclavización y muerte, en la mayoría de los casos de cerca de 90.000 indígenas. Pasamos así por el complejo y bello texto de La Vorágine (José Eustasio Rivera) y nos vamos al sur del norte con Erskine Caldwell y La Parcela de Dios. El nuevo encuentro será el lunes 25 de noviembre a las 19:30.
Erskine Cadwell reflejó en sus dos novelas Tobbaco Road (El camino del tabaco, 1932) y God´s Little Acre (La parcela de Dios, 1933) el hundimiento de la América sureña donde el hambre, la marginación y la pobreza acechaban. Ambas obras fueron prohibidas en varios estados, incluyendo en el que le vio nacer, Georgia. Para reflejar que no había exagerado la situación del Sur en sus textos, publicó junto a su mujer, la fotógrafa Margaret Bourke-White, You have seen their faces (Habéis visto sus caras, 1937), un libro que combina las palabras con la recopilación gráfica.
El argumento de “La parcela de Dios” es muy simple, la intención de un padre de familia de poner a toda su prole a su servicio en la búsqueda, en su opinión factible, de oro en su terreno. Pero lo que verdaderamente se esconde en sus páginas es la visión realista y descorazonadora de la situación que viven esos personajes, tanto en sus relaciones personales como en sus relaciones laborales, lo que irremediablemente la enlaza con obras como “Las uvas de la ira” de John Steinbeck.
Aunque narrado con estilo sobrio no rechaza en momentos determinados la utilización de un lenguaje más lírico puesto al servicio de descripciones muy particulares. Por ejemplo, llama la atención las imágenes que uno de los protagonistas percibe, y que relata como un paisaje bucólico cuando en verdad no deja de ser la realidad de sus habitantes, ajados y enfermos por vivir en un entorno nocivo, en este caso el de las empresas textiles. Algunos de los personajes de esta historia perfectamente podrían formar parte de los relatos de Flannery O´Connor y, aunque retratados con menos hondura, también de los de las novelas de William Faulkner. De hecho este escritor mostró su admiración por Caldwell. A pesar del tono dramático que atraviesa toda la narración hay algunos momentos de humor negro. Por ejemplo, el propio título hace referencia a una acción muy irónica. El padre de familia, dada su condición de creyente, decide guardar una zona de sus terrenos, y sus pertinentes ganancias, para Dios. Pero una vez obsesionado con encontrar oro, la irá moviendo de sitio para que nunca coincida el descubrimiento en dicha parcela.
Reseña tomada de Frontera D y Tercera