La violencia contra las mujeres es la manifestación más brutal de la estructura patriarcal de nuestra sociedad. La cosificación de la mujer, el sentido de la ‘propiedad’ que opera en los hombres maltratadores, la ‘naturalización’ de la violencia por la ‘tradición’ patriarcal, la culpabilización de la víctima, la cuerda locura de los que golpean, insultan, matan, violan… No hay azar ni se trata de episodios aislados.
Es un fenómeno social, un problema de salud pública, por supuesto, pero también es el síntoma de problemas estructurales más complejos. Por eso, los teléfonos de ayuda, los servicios de emergencia o las legislaciones sensibles son sólo medidas paliativas para un problema que tiene que ver con el modelo de ejercicio de poder patriarcal que se reproduce en las parejas, con los roles de género que se perpetúan en este sistema de formación de seres sumisos… Para el maltrato sólo sirve el fin. Como insiste Leonor E. Walker en Amar bajo el terror “la mejor expectativa que tiene una mujer maltratada de que cese la relación de maltrato es terminar la relación totalmente. (…) Los maltratadores tienen sus propias razones para ser violentos, no por nada que su mujer haga o deje de hacer”. Hoy, Día Contra la Violencia de Género, no vale sólo con pedir el fin de la violencia, así en genérico, sino que es una buena disculpa para reflexionar acerca de este patriarcado tóxico y nocivo para todas, de este sistema generador de infelicidad y dolor, de los imaginarios justificantes del maltrato enraizados en el ADN cultural de nuestra sociedad.
Sería fácil para muchos hombres pensar que maltrato es matar a una mujer y que, por tanto, ellos no son maltratadores. Un acercamiento al espejo, sincero, sin disculpas, mostraría a muchos más hombres de los que imaginamos como maltratadores. Aquellos que callan a sus parejas; aquellos que las ningunean; aquellos que se consideran con la autoridad para decidir por ellas; aquellos que ven el cuerpo de su pareja como la carne objetuada sobre la que pueden descargar su pornoplacer, aquellos a los que no les ofende y moviliza que su compañera de trabajo cobre menos que él; aquellos a los que piropear les parece algo folclórico… La violencia, el maltrato de género es tan común y vulgar como invisible. La muerte de una mujer a manos de un hombres es, ante todo, la alarma para desenmascarar las otras violencias (re) encubiertas. Por la igualdad de género, por la justicia de género, por la tolerancia cero al maltrato de género… Hoy no callamos.