Nos gusta lo imposible, como nos gusta la incertidumbre. Lo segundo es una posición ante el mundo de las certezas, de la planificación y de lo previsible. La obsesión del Euroccidente cientifista por planificar y determinar lo que está por-venir. Habitar la incertidumbre es estar preparadas para recibir-ser con la otra, para el encuentro imprevisible, para la agenda rota y la navegación a la deriva.
Lo primero, lo imposible, lo conjugamos desde la formulación de Derrida, como “la condición o la ocasión de lo posible. Un im-posible que es la experiencia misma de lo posible”. Y La Vorágine, hace ocho años, era un im-posible, no se la podía esperar, porque de haber podido ser esperada, no hubiera acontecido. Eso es un acontecimiento, lo im-posible, lo que parte la realidad de forma imprevisible y no nos permite prepararnos. Por eso, aspirar a “lo posible” es anhelar la nada, lo que no va a acontecer.
Hoy celebramos ocho años de lo imposible ya acontecido y nos disponemos a seguir abiertas a la imprevisibilidad de lo que está por delante, aquello a lo que no podemos mirar. Lo que si podemos es echar la vista atrás para construir nuestra propia historia y eso, con motivo de los aniversarios nos gusta.
Ocho años de lo imposible es mucha siembra para nuestras cortas vidas. Nos gusta, especialmente, contar que el colectivo La Vorágine ha sabido aprender a sorprenderse con su propio proceso de existencia: siete personas radicalmente diferentes, que aman la diversidad tanto como los colibríes desean a las heliconias, que sobreviven al sistema gracias al empeño de resquebrajarlo y que han logrado entenderse y recibirse para poder construir (y, a veces, destruir) en colectivo. Y, alrededor, cruzadas, enlazadas, decenas, cientos de almas-otras que interactúan en una comunidad im-posible que, por eso mismo, es imprevisible pero tan real como todo aquello que no se puede (ni quiere) planificar.
En estos ocho años han pasado un montón de cosas. Nacimos en tiempos de agitación política y nos tocó ver vaciarse las calles que tanto amamos cuando la tentación de la ‘delegación’ política volvió a triunfar sobre la autogestión y la participación directa; logramos un espacio acogedor y húmedo como un bosque de niebla donde alimentar procesos y sembrar pensamiento crítico que nos sirvió de punto de encuentro durante casi seis años; aprendimos poco a poco el oficio de la librería; pusimos en marcha (y a algunas luego las matamos) un montón de propuestas de cultura crítica; conocimos a cientos de almas necesarias, y nos dejamos cautivar por las críticas, los trompicones y las cáscaras de plátano en el camino.
Desde diciembre de 2018 encontramos una nueva casa común en la que instalar el hogar portátil. Unos cientos de metros arriba de la Calle Cisneros, con el apoyo y el trabajo de muchas de vosotras, instalamos la que entonces llamábamos “la nueva Vora” y que ahora ya es la de siempre.
La de siempre, pero más cargada que nunca con la potencialidad de lo imposible y azotada por las incertidumbres que agita el viento sur y que se sazonan con algunas de nuestras propias dudas. Hemos crecido como personas, hemos crecido como espacio, ha crecido el fondo librero y ha crecido el número de aliadxs… pero todo ha sido poquito a poco, como se construye lo sólido, como se duda de lo necesario.
Algunos datos
Siempre nos gusta compartir con vosotras algunos datos de la evolución del proceso. Son ocho años ya y ¡1.087 actividades realizadas!, en las que han participado 33.347 personas. ¡Oh cielos! Claro, hay muchas personas que repiten pero es mucha gente para este hogar de caucho. Lo que sí tenemos es una media (30 personas por actividad) y lo que sí sabemos es que, cada año, organizamos una media de 135 eventos (encuentros, presentaciones, talleres, debates, proyecciones…).
Para La Vorágine estos hechos im-posibles son fundamentales porque son la disculpa para encontrarnos, para rozarnos incluso en tiempos Covid, para perdernos el miedo y ganarnos el respeto, para imaginar imposibilidades juntas, para resistir sabiendo que no estamos solas.
El último año, como podréis imaginar, ha sido especial. Decidimos que ante el cierre de la vida debíamos mantener abierta la puerta de lo vivido. Por eso, desde que reabrimos las puertas el 20 de mayo de 2020, no hemos dejado de programar actividades que, respetando el aforo limitadísimo y conectando con las otras gracias a las redes, han permitido que la vida continúe, que nos podamos sonreír con los ojos, que hayamos mantenido conectado el cordón umbilical de la resistencia y del pensamiento crítico.
En este tiempo también hemos conseguido fortalecer la autonomía del proceso, al mejorar de manera significativa los ingresos de la librería asociativa para, así, poder invertir más en programación, en la editorial y en apoyo a otros procesos, y, también, mejorar las condiciones laborales de las dos compañeras del colectivo que llevan el peso del trabajo librero. Todo lo demás (coordinación de programación, editorial, comunicación, trabajo en memoria colectiva, participación política, etcétera) se sigue apoyando en el trabajo militante y desmonetarizado del resto del colectivo y de las personas voluntarias que desde 2013 apoyan al colectivo.
Aunque el número de aliadxs cambia bastante dependiendo de la fecha que tomemos de corte, en este momento estamos en torno al centenar de personas que apoyan el proceso de La Vorágine con algún aporte económico mensual, que va de los 10 euros de la mayoría hasta los 50 euros de algunxs. Este compromiso económico es fundamental para que no dependamos de las ventas para poder garantizar el normal funcionamiento de todo lo que empujamos. ¿Qué empujamos?
Enredos varios
En estos ocho años nos hemos enredado en muchos procesos y todos nos han dejado algo. Cuesta listarlos porque podríamos dejar a colectivos o a procesos potentes en los márgenes del relato y no queremos. Lo que sí es cierto es que hemos sido mutantes en esto. Unos años hemos dedicado más esfuerzos y recursos a la movilización social, otros a la agitación cultural; es una constante nuestro apoyo a procesos internacionalistas, y el compromiso con las otras colectivas que, en algún momento, necesitan curro o recursos para seguir empujando sus territorios.
Durante la primera fase de la pandemia, y ante el aparente shock que mantenía (mantiene) bastante parada la movilización social debatimos internamente sobre cuál debería ser nuestro papel en este momento de la historia y decidimos (aunque todo puede cambiar), que ahora nos tocaba agitar mentes y provocar pensamiento de fondo respecto a lo que sucede. La decisión partió del temor de que todos los esfuerzos se queden en la coyuntura y nos despistemos de la estructura violenta a la que ya estábamos sometidas antes de la pandemia.
Por eso, nos hemos volcado con fuerza en la editorial La Vorágine, por un lado, y en algunos procesos de memoria que dejen huella (como las cartografías de la desaparición forzada).
Además, seguimos reivindicando el derecho a la belleza para las nadie y los nadie y por ello seguimos metiendo energía a cosas hermosas: como el último proceso que hemos presentado (Notas al Margen).
¿Qué viene?
Lo imposible, sin duda. No podemos saber lo que viene porque, como ya os hemos recordado, el acontecimiento siempre es un rayo que parte en dos los planes. Por eso, planificamos poco. No nos hace falta tampoco, porque nuestra brújula tienen cuatro puntos cardinales que nos ayudan a ubicarnos:
- Lo que no somos y lo que no queremos ser (no racista, no eurocéntrico, no patriarcal, no fascista, no capacitista, no adultista)
- La tarea de fondo: aprovechar las brechas del sistema para agrietar todo lo posible las certezas de lo reaccionario.
- La siembra: no trabajar jamás buscando resultados, sino conscientes de que antes que la cosecha está la siembra y es ahí donde nosotras podemos incidir.
- El centro: la tarea imposible es traer la periferia al centro y convertir lo periférico en central. Las personas, los cuidados, el apoyo mutuo, la autonomía, lo común, los otros afectos, las quimeras… todo lo que ya parece no importar nos parece de lo más importante.
Seguimos en el camino contigo, con vosotras, al lado. Y cada aniversario constata que lo imposible, realmente, es lo posible y que el quizás (lo posible-imposible) es un espacio fronterizo en el que nos encontramos bastante cómodas. Gracias por lo que está por venir.