Sobre el autodisciplinamiento y los abandonos

El colectivo de La Vorágine observa y participa, se aísla y se contagia, duda y construye. La pandemia y sus consecuencias no nos pueden dejar indiferentes y nos toca visibilizar lo invisible para comenzar a sembrar futuro e imaginar las otras formas inéditas de co-habitar. Por eso, queremos manifestar:

 

  • Hay dos fenómenos diferentes: por un lado, la pandemia, que es un hecho científico, médico; y por otro, las medidas políticas y económicas adoptadas, que son la constatación de cómo el biopoder opera sobre las vidas que parecen valer la pena y de cómo el necropoder envía a la muerte (o al contagio) a las nudas vidas: esas “vidas absolutamente expuestas a qué se les dé muerte, objeto de una violencia que excede a la vez la esfera del derecho y la del sacrificio”.

 

  • Ante el primer hecho, el médico, sólo corresponde confiar en las profesionales, aceptar con humildad las limitaciones de nuestra ciencia y celebrar las enormes posibilidades de la misma. También escapar de las tentaciones que convierten a la ciencia en religión y sus indicaciones en dogmas.. el acercamiento o es crítico o se convierte en “entrega sin condiciones”.

 

  • Ante el segundo hecho, el político, no podemos pasar por alto que el autodisciplinamiento que nos imponen y que aceptamos (casi) sin disensos es posible sólo en aquellas zonas del planeta y en aquellas clases sociales que se lo pueden permitir (o quizá, y esto es lo más interesante, en las que ya estaban “confinadas” en el sistema sin ser concscientes). Es decir, no somos todas ni somos al tiempo las que podemos confinarnos o teletrabajar o hacer pedidos de alimentación a domicilio.

“Como colectivo nos preocupa el futuro porque ya nos preocupaba el presente”

 

  • Para que el autodisciplinamiento sea funcional y no genere tensiones incalculables, todo el aparato mediático y cultural del establecimiento se ha puesto en marcha para dibujar una especie de “romantización” del confinamiento y mostrarlo como una oportunidad para el enriquecimiento individual (una vez más) a través del consumo cultural, el entretenimiento o el (re)encuentro con nosotras mismas (en los eslóganes más filosóficos). La realidad de la mayoría de personas, incluso de las que existen, no coincide con ese imaginario.

 

  • Consideramos que el necropoder funciona en dos dimensiones. La primera consiste en enviar al “contagio” a grupos de trabajadoras y trabajadores que son considerados esenciales (profesionales de la salud o repartidoras, cajeras o albañiles, operarias de fábrica yo limpiadores, trabajadoras del sector de la dependencia o periodistas, recogedoras de basura o teleoperadoras). Los envía al contagio porque el mercado no tienen equipos de protección para elles, ni les provee de compensaciones por el “sacrificio”, ni hay una estrategia de acompañamiento a sus familias o comunidades. Ante la pandemia, el capitalismo muestra su rostro real, el del acaparamiento, la especulación y la rapiña internacional, el abuso de precios o el regateo en los contratos. También ocurre así porque desde hace décadas se ha estado descapitalizando todo el sistema público (sanidad, limpieza, empresas de energía o telecomunicaciones…) y ahora, cuando realmente hace falta, lo que encontramos son “escombros” y se apela al heroísmo o al compromiso comunitario para que esas clases trabajadoras de “sacrifiquen en nombre del bien común” y paguen los platos rotos del desmontaje del Estado del Bienestar.
    La segunda dimensión del necropoder es también dura. Hay bolsones de población que directamente no entran en los planes de apoyo durante la crisis o de recuperación tras ella. En nuestro territorio, hablamos de grupos poblacionales que ya eran las “peores” víctimas del sistema. Podríamos incluir acá a las 70.681 personas privadas de libertad que registraba España a principios de marzo, o a las 45.000 que se calcula que viven en la calle, o a las 394 empleadas de hogar que estaban registradas y a las decenas de miles de las que no hay huella, o a los más de 125.000 empleos ilegales que la inmensa economía sumergida sostiene en este país o al brutal 13% de trabajadoras y trabajadores pobres que contienen las estadísticas. También podríamos incluir a las 160.000 personas que proveen cuidados a otras personas y que no reciben ningún tipo de remuneración o cobertura social por parte del Estado; y, por supuesto, incluimos a los cientos de miles de migrantes y a los 7 millones de refugiados que malviven en campos de concentración diseminados por el planeta. No se trata de nombrar a todas las personas que no cuenta, pero sí de visibilizar que son cientos de miles y que para ellas el confinamiento romantizado no existe.

 

  • → Este sistema –el de la modernidad capitalista eurocentrada- abandona y al abandonar logra que una densa niebla haga invisibles a seres humanos de los que despoja de esa condición. Donde no hay humanos no hay derechos humanos y esa verdad nos permite develar la gran mentira humanitarista de esta Europa en la que vivimos.
    Una muestra de ese abandono es el de las alumnas y alumnos de familias precarizadas sin conexión a internet o sin ordenadores a disposición. La teleensoñación de la educación virtual es un mundo perfecto para los clasemedieros visibles, pero en Cantabria, en el resto del Estado, hay miles de personas a las que la tecnología es tan imposible como unas vacaciones en un resort de la costa de pulserita y todo incluido.

 

  • → Como colectivo nos preocupa el futuro porque ya nos preocupaba el presente. Como indica el compa Heriberto Paredes en su artículo de #Apocaelipsis, “es probable que no regresemos al mundo que conocíamos hasta hace escasos meses, y la verdad es que una buena parte de lo que teníamos antes de esta situación era básicamente una mierda: explotación, miseria, xenofobia, racismo, violencias de género, desapariciones, destrucción de la naturaleza, despojo de miles de pueblos a manos de los gobiernos que ahora compiten por generar la vacuna del virus en turno…”. Por eso vamos a seguir trazando otros escenarios posibles, otras formas de co-habitar que cada vez sean más autónomas y más colectivas. Ese es nuestro compromiso, aunque nuestras fuerzas y nuestras herramientas sean bien limitadas.

 

  • → Que el #Apocaelipsis nos agarre planeando otros amaneceres y que nos permita mirar de frente a les otres “inexistentes” para este sistema y que en ese encuentro podamos volver a sentirnos humanas, justas y creativas.

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