Un acuerdo de paz es firmado por las partes en conflicto. Quizá por eso es tan significativo que la rúbrica de lo que Washington denomina como tal se haya escenificado entre países que, en teoría, no están luchando entre los escombros de Gaza. Lo que se ha producido en las últimas horas es un alto el fuego limitado y muy condicionado que frena momentáneamente el genocidio armado de la población gazatí, da oxígeno al gobierno de Israel y permite que Estados Unidos reafirme su (im)posición imperial en el agitadísimo tablero geopolítico mundial. También hemos confirmado la nueva configuración del mundo árabe tras las embestidas brutales del imperio en Afganistán, Irak, Siria o Libia, con un protagonismo preocupante de las dictaduras de la península arábiga y con un anfitrión —Egipto— que hace de maestro de ceremonias mientras reprime cualquier intento de oposición interna.
Entonces: ¿se ha solucionado el “problema” de Palestina? Ni mucho menos. Cualquier pausa en la brutal agresión militar israelí es bienvenida porque supone un respiro para una población gazatí exhausta tras dos años largos de invasión militar colonial. Pero a lo que asistimos es a la confirmación del plan imperialista-empresarial de Washington para el que la política violenta expansionista de Israel es imprescindible.
El acuerdo “no llega tarde”. Aparece exactamente cuando las capacidades de resistencia de la población de Gaza están al mínimo, cuando la ruptura entre las “autoridades” de Gaza y Cisjordania ya no tiene remedio, cuando la Unión Europea no puede gestionar ya su parálisis diplomática y cuando el gobierno de Donald Trump ha arrodillado a punta de aranceles y de otras formas de guerra híbrida a la mayoría de gobiernos díscolos que no siguen su dictado.
Por tanto, hay más razones que nunca para ir a la huelga este miércoles 15 de octubre. Es posible que su efecto solo sea simbólico, pero es que los símbolos son imprescindibles en tiempos de violencias directas y narrativas. Cada día es más importante agrandar la brecha entre quienes jalean el genocidio o asisten a él en el dramático silencio de los inermes, y aquellas y aquellos que sabemos que la humanidad se juega casi todo en cada uno de los conflictos violentos impuestos en el Sur Global: Palestina, Congo, Etiopía, Sudán, Colombia, El Caribe, Pakistán… Son demasiados los lugares donde nos jugamos el futuro y Palestina se ha convertido en el símbolo sangrante de esta nueva arremetida imperial que, aun siendo muy diferente a la de principios del siglo XX, vuelve a suponer acaparamiento territorial, sumisión de una inmensa cantidad de población, robo por desposesión de propiedades físicas e intelectuales y dominación cultural de los discursos informativos.
Por todo esto, La Vorágine va a la huelga y por todo ello os animamos a hacerla y a participar en las concentraciones y acciones de respaldo al pueblo palestino.