Hoy es el día de reflexión electoral, un oxímoron de libro en tiempos en que comicios y reflexión son conceptos contradictorios, en momentos en que el voto emocional, irreflexivo, el seguidismo sin freno, el miedo sin sustento o el adanismo de colorines nos tiene atiborrado el cerebro como para dejar espacio (y tiempo) a eso de pensar.
Estamos seguras de que hoy será un día, eso sí, de (re) reflexiones. La gente, subida a la moda del deporte con cascos musicales y silencio ciudadano, aprovechará para ir a hacer running, para dedicarse al spinning, o al reflexing: dícese de la acción de hacer flexiones de pecho hasta que la nariz esté tan cerca del suelo que nuestra visión se nuble de sudor y nada.
En nuestro caso, sujeto colectivo sin forma específica ni pecho que llevar al límite, nos podemos permitir el lujo de reflexionar sin sudar ni una gota salada. Y en eso estamos.
No tenemos muchas conclusiones todavía… acabamos de empezar, pero sí sabemos algunas cosas tras el 24M y el apocalipsis anunciado desde el poder. Las enumeramos:
- No hay coincidencias. El estreno de Mad Max (Fury Road) a pocos días de depositar el voto presenta una evidente relación con el Partido Popular y con su anuncio de que si no son ellos los que siguen en el poder, el caos puede instalarse en nuestras calles.
- No hay tanto idiota. Por tanto, el electorado entenderá que Esperanza Aguirre no es Furiosa y que Íñigo de la Serna tiene poco de Max (aunque les une el amor por la tecnología y el asfalto en el desierto).
- Lo que nos queda es trabajo. No hay muchas alternativas al caos real (que es en el que nos han sumido los partidos mayoritarios y que se traduce en una amenaza constante a las libertades, a la dignidad y, por tanto, a la vida). Al menos, no hay alternativas maximalistas (vuelve Max) que tengan soluciones para todo o que posean la fórmula mágica de la democratización. Por tanto, lo que nos toca es trabajar a todas… y mucho. Trabajar en el fortalecimiento del tejido social, en la compleja y lenta (pero imprescindible) tarea de robustecer el pensamiento crítico y los lazos que de él surgen.
- Hay maldad en los defensores del sistema. No es casualidad ni devenir histórico. Hay maldad en todas aquellas personas que asumen puestos de responsabilidad en el sector público y en el sector privado que defienden un sistema capaz de generar tanto dolor y de fomentar la deshumanización de las relaciones y de la existencia. A nosotras sí nos duele el dolor y nos negamos a ser cómplices de esa maldad que tiene apellidos: patriarcal, capitalista, racista, religiosa, colonialista, etnocida, ecocida…
- Lo que nos sobra es sectarismo. Abrir los ojos es darse cuenta de que ya no hay espacio real para las formaciones sectarias, para las verdades únicas, para las militancias verticales, para los dirigismos sin crítica. Desde los colectivos y espacios de izquierdas debemos mejorar la gestión y convivencia con la diversidad y pluralidad dentro de las corrientes contrahegemónicas. Sabemos lo que no queremos, pero estamos en tiempos de pocas certezas acerca del camino a seguir. No estamos acostumbrados a la gestión de esas incertidumbres, pero como escribía la economista mexicana Ana Esther Ceceña: “Dentro del capitalismo no hay solución para la vida; fuera del capitalismo hay incertidumbre, pero todo es posibilidad. Nada puede ser peor que la certeza de la extinción. Es momento de inventar, es momento de ser libres, es momento de vivir bien”.
- Lo que nos falta es práctica. Es difícil practicar la imaginación en este estéril espacio social hegemónico. Es cierto. Pero el reto, como señaló hace mucho tiempo Alejandro Carpentier, es entender esta ecuación: “Los mundos nuevos deben ser vividos antes de ser explicados”. Es decir: tenemos que, dentro de las limitaciones, practicar la nueva vida, la que se basa en la dignidad como epicentro de la convivencia, la que entiende la insurrección democrática como la subversión del capitalismo pero para construir otros muchos mundos posibles tan diversos como territorios y anhelos comunes existan.
- Nuestro compromiso se renueva sin elección de urnas. Desde La Vorágine sabemos que el tiempo es nuestro. Es nuestro tiempo, el de la obligación ética de resistir y construir, de sembrar desde el respeto a la historia de lucha de las generaciones anteriores y desde la conciencia de que cada uno de nuestros actos condicionará la de las generaciones venideras. El porvenir no deja de ser una incógnita, pero el presente es una obligación irrenunciable. Esta comunidad es tan frágil y tan vigorosa como nuestros sueños. Esta comunidad cree en las utopías, pero cree en ellas sólo desde el trabajo constante y el compromiso con nuestra sociedad, con nuestros medio ambiente y desde la solidaridad con todos los otros pueblos dignos que habitan el planeta.
Como veis son todo reflexiones parciales, fragmentadas, imprecisas… pero con algunas claridades de fondo: aquellas que nos empujan a estar aquí, en nuestro tiempo y en nuestro territorio, de una forma determinada, no de cualquier manera. No da igual lo que se vote, tampoco es obligatorio votar. No hay recetas generalistas… cada territorio tiene sus horizontes (o no tiene ninguno a corto plazo), pero en todos el mensaje es a seguir tejiendo y sembrando, a no pensar que la política sólo se hace desde la institucionalidad, a no renunciar al carácter político de nuestros cuerpos, de nuestros pensamientos, de cada una de nuestras acciones, de la forma de entender-nos en comunidad. Nosotras, mañana, botaremos el lastre del miedo, del cansancio o del nihilismo postmoderno que encostra y emburburja. Sin eso, somos más libres.