Contra baratijas musicales, Johann Sebastian Bach.
Contra ira, humor negro.
Contra mal teatro, el sueño.
Contra espejismos, la mujer que lava el agua.
Contra el tedio del encierro, ungüentos de lejanía.
Contra prepotencia militar, Vietnam.
Contra la verbosidad y el costumbrismo, Juan Rulfo.
Contra Guayasamines y Dalís, pintura.
Contra la servidumbre, Henry David Thoreau.
Contra el dogma, flores de acracia.
Contra el canibalismo imperante, Lu Hsun.
Contra la música militar, Benny Moré.
Contra los himnos patrios, un baile cimarrón.
Contra el narrador farragoso, Slawomir Mrozek.
Contra falsos vitalismos, Lao Tse.
Contra los cortesanos, cera en los oídos.
Contra el neorriquismo de los falsos poetas, agua bendita.
Contra la pereza, lujuria.
Contra el ocio patronal, el ocio creativo.
Contra la usura, el poema sin pago revertido.
Contra la peste de la obediencia, grajeas de Thoreau.
Contra el realismo literario, grajeas de Kafka.
Contra la vileza del nazismo, grajeas de Paul Celan.
Contra la miseria humana, René Char.
Contra la banalidad de Andy Warhol, sopas de verdad.
Contra la platitud del mundo, Franz Kafka.
Contra los idiotas nacionalismos, la bandera del aire.
Contra la solemnidad, la mosca en la nariz del orador.
Contra los vendedores de humo, gotas amargas de Cioran.
Contra falsos lirismos telúricos, César Vallejo.
Contra los que “borran de la historia que Sócrates bailaba”, un danzón.
Contra enlatados fílmicos, Federico Fellini.
Contra la publicidad, el amor.
Contra el vacío, “Una velada con monsieur Teste”.
Contra el clero, el de Asís que vestía con sedas al leproso.
Contra “Desideratas”, “Cambalache”.
Contra la sacarina sentimental, Juan Carlos Onetti.
Contra los traidores y traidoras, un desprecio sin fondo.
Contra el apartheid, un rock en Wembley para Mandela.
Contra la mansedumbre canina, el tigre de Blake.
Contra lo imposible, el “nonsense” carroliano.
Contracorriente, el “Manifiesto de los jóvenes iracundos” ingleses.
Contra lo gregario, el “outsider”, figura escasa de nuestro tiempo.
Contra la inmovilidad, “la prosa del transiberiano”.
Contra los Salieris de turno, esconde tu ángel bajo el piano.
Contra quien cubre con ceniza tu puerta, una puerta en sus cenizas.
Contra los que esconden sus colmillos, racimos de ajo.
Contra la sonrisa del Tartufo, la mueca del incrédulo.
Contra el esperanto del dogma, la duda en todos los idiomas.
Contra el racismo, saber que si la luna es blanca la dignidad es negra.
Contra los gestos de arrogancia, un bastonazo de Charlot.
Contra la arrogancia de Alguien, el desprecio de Nadie.
Contra la pared estamos todos en medio de esta pandémica espera.