Nuestra reflexión era sencilla: el hecho creativo del escribir cotidiano ha perdido valor. En una sociedad en la que casi todas creemos saber escribir y leer, la escritura se ha barnizado de un toque instrumental, de mensaje rápido, de correo electrónico, de instancia burocrática con tanto arte como tristeza acoge. Pero escribir es algo más: es un acto de creación, de goce, de desahogo, de transmisión de saberes, de saber que tenemos el poder de comunicarnos para transmitir lo que anhelamos.
Por eso hicimos la propuesta del #escribidorvoraz. Recuperábamos la tradición de los escribanos de la Plaza Santo Domingo en México D.F., de la Plaza Mayor de Cochabamba o de los que se instalan frente al mercado de Cartagena de Indias… personas que escriben por otras, en el momento, tratando de darles un servicio que, si bien suele ser burocrático, muchas veces discurre por los meandros del amor, de los afectos o del despecho.
Nuestras amigas y amigos de Espacio Sardinero nos dieron la oportunidad de tomarnos la calle con el #escribidorvoraz y desde La Vorágine nos lanzamos con una propuesta difícil de digerir al principio pero más cercana de lo imaginable en su realización. Este sábado 30 de agosto, en una hora, regalamos 17 textos de amor, odio, deseo, anhelo… para personas pequeñas y personas mayores, para paseantes y para amigxs de La Vorágine. El domingo 31, más relajados, hicimos 10 más en directo y cuatro que nos socilitaron vía redes sociales y/o correo electrónico. Escribir para lxs otrxs, escribir con lxs otrxs… una oportunidad que nos hemos gozado a lo bien.
Disfrutamos la experiencia y la repetiremos ya en La Vorágine. Os anunciaremos con tiempo las fechas. Gracias a Espacio Santander por abrirnos el alma al mar, a Cristian Londoño (del Café de las Artes) por hacer del sábado una tarde de melodía, a Emmanuel Gimeno por echarse encima el trabajo que no se ve y a las amigas y amigos que nos acompañaron.