Las jornadas “¿Para qué sirven los servicios sociales?” celebradas este fin de semana han servido para dibujar una realidad compleja y para plantear preguntas tan ‘nuevas’ como fundamentales.
“La falta de espíritu crítico respecto al modelo de trabajo asalariado es quizá el símbolo de una derrota colectiva”, sentenciaba el sociólogo David Casassas (ver ponencia completa) después de recordarnos que si el empleado es, Aristóteles dixit, un “esclavo a tiempo parcial” parece irracional fiar todos nuestros anhelos a esa esclavitud.
¿Es el empleo el centro de la vida? O… como planteaba la politóloga Laura Gómez (ver ponencia completa) “¿podemos poner otros elementos como el cuidado y el sostén de la vida en el centro de la economía y de la política?”.
En la primera jornada, organizada por La Vorágine en colaboración con Manifestaos por lo Público, David Casassas, especialista en Renta Básica, planteo esta estrategia de responde a la necesidad “de transferir poder de negociación a las personas”, de generar una verdadera “democracia económica” y de potenciar “vidas flexibles, pluriactivas y autónomas. Casassas, que mostró cómo combinando política fiscal y renta básica se puede crear una nueva lógica viable en el que se acabe con los “subsidios curativos” o con las “rentas de pobres” y, al mismo tiempo, se empodere a una ciudadanía fragmentada y precarizada.
La Renta Básica -destinada a individuos (no unidades de convivencia), universal e incondicional- nos ofrece la oportunidad de lograr la “simplicidad administrativa” en la gestión de estas rentas “preventivas”, elimina la estigmatización de los perceptores (ya que todas seríamos perceptoras) y acaba con la “trampa de la pobreza” (que impulsa a los perceptores de las rentas de pobres a perpetuar su posición para no perder los subisidios). Un modelo que no gusta al poder –neoliberal- porque incrementa de forma exponencial el “poder de negociación” de las personas frente a patrones o instituciones y porque saca del mercado precario a las mayorías. “Lo que realmente le preocupa a la derecha no es que no trabajemos, que seamos parásitos, sino que no trabajemos para ellos. Los números salen pero la viabilidad política de la renta básica está mermada porque transferiría el poder de negociación a los de abajo y eso es muy poderoso”.
“Podríamos denominar a la renta básica como una caja de resistencia desagregada. Y puede ser la renta básica u otros conjuntos de recursos no condicionados que nos permitan reapropiarnos de nuestras vidas”, insistió Casassas quien recordó que “la renta básica, en realidad, no se opone al trabajo sino que potencia el trabajo deseado”.
Nuevos artefactos para la igualdad
Laura Gómez fue directora de igualdad de la Diputación Foral de Guipuzkoa en la administración saliente de EH-Bildu. Su experiencia y la de su equipo es valiosísima porque, realmente, decidieron hacerse preguntas nuevas de forma colectiva para poner en práctica artefactos y dispositivos en contradicción con las lógicas políticas tradicionales (tan condicionadas a las necesidades del ‘mercado’).
Gómez, politóloga, mostró varias de las políticas públicas puestas en marcha, pero incidió en la pregunta que supuso el punto de partida de su trabajo: “¿Cuál es la vida que merece ser vivida?, ¿Cómo nos organizamos para conseguirlo?”.
Las respuestas a estas preguntas tenían “que ser válidas para el conjunto de la sociedad pero deben respetar la diversidad de la misma”, debían nacer en espacios de discusión y participación política locales, plurales y horizontales, apostaban por “inventar” un nuevo lenguaje, y se planteaban “trascender los tiempos políticos-institucionales”.
En el diagnósticos realizado en la Diputación, detectaron algunos elementos: que los cuidados están privatizados (se producen dentro del hogar), están invisibilizados y siguen estando feminizados. También se constató que “hay una íntima relación entre el mercado laboral y el hogar como espacio de sostén de la vida: la vida es una mercancía y resulta que hay muchas vidas que jamás serán viables como tal”. Laura Gómez fue contundente: “El conflicto ya no es entre capital y trabajo, sino entre capital y vida”. Este es el resultado de la “alianza perversa entre el neoliberalismo depredador y el patriarcado, ambos enemigos de la tierra, de la vida y de las mujeres”.
Los “movimientos” que se hicieron desde el equipo de igualdad de la Diputación Foral fueron en varias direcciones: desprivatizar los cuidados (sacándolos de los hogares), redistribuir los trabajos (tanto productivos como reproductivos), desfeminizarlos, visibilizar y valorar esas tareas que contribuyen al sostenimiento de la vida, descentrar los cuidados del mercado, y reorganizar las políticas públicas y renombrarlas (acciones, políticas, espacios).
Laura Gómez mostró experiencias concretas (exitosas… y no tanto), pero, además, nos regaló un par de reflexiones para sembrar en cada esquina: “Cuando nos roba las palabras nos quitan la posibilidad de soñar con horizontes utópicos”; “además de bienes materiales, las personas necesitamos sentido de trascendencia”; “las alternativas que se generen deben merecer la pena para la gente; “trabajamos para construir un espacio público virtuoso”.
Las jornadas se extendieron al sábado con la presentación de Manifestaos por lo Público sobre el estado de los servicios sociales en Cantabria y un debate político con representantes del PRC, PSOE, Podemos y ACPT.